Viajando por el interior de Thailandia

 
Para cruzar el país tienes dos opciones. O en un cómodo vuelo de Thai Airways, o en un tren nocturno a Chiang Mai, la segunda ciudad del país para toparse con la faceta más étnica del país. Hay una tercera opción, que es hacerlo en autobus, empapándonse del país y viendo escenarios cambiantes.
 

Supongo que cada uno fija sus preferencias, de forma diferente. Para mi, la ruta está influenciada por varias estampas.

 Hay cinco visitas esenciales.

1) Ayuthaya y Sukhothai:

Como ciudades perdidas, míticas, legendarias y mágicas han aparecido en decenas de películas. Sobre todo Ayuthaya. Bubas primorosamente vestidos de amarillo, templos, decenas de edificios de varios tamaños, nos hace evocar el antiguo reino de Siam, cuando en la ciudad vivían casi un millón de personas.

Nuestra visita fue relativamente corta. Había realizado mapas, y me iba a dirigir por grabados de lápiz de como era la ciudad en su época gloriosa. Recordaba, haber sido escenarios de decenas de películas. Un fuerte aguacero, hizo que tuviésemos que huir de forma prematura.

Saqueada por los birmanos en 1769, fue abandonada en el XIX para fundar Bangkok. Más al norte Sukhothai formo parte también de un potente reino, y su aspecto es mucho más tranquilo y pausado. Invadida por maleza, en cierto sentido nos recuerda una película de Indiana Jones. Entramos en los templos, y comprobamos que haya trampas letales, al tiempo que los Budas, nos miran con cierta placidez, y resignación la invasión de los turistas transgresores.

Tomo mi bloc de notas, y hago esbozo de los templos. En inestable equilibrio, me hace imaginar, cuando la ciudad era lo más sofisticado del antiguo reino de Siam. Parece que escucho risas, voces, pisadas. Tras huir de la muchedumbre descubro los templos más alejados. Noto presencias. Alguien nos mira, y comienzo a inquietarme. ¿Las estatuas guardianas, cobrarán vida?

2) Paisajes:

No es que haya grandes selvas, montañas sino la planicie tailandesa nos ofrece sobre todo arrozales, algún otro lago, ríos, y sobre todo pintorescas localidades llenas de vida y bullicio. Todo ello bañado por las lluvias generosas del monzón. Y como en otros países de Asia bicicletas.

La ruta es un poco larga. Todo cambia a cada kilómetro. Vamos parando, experimentando, y visitando pueblos, ciudades, y templos. En un lugar, que no soy capaz de recordar su nombre, nos involucramos en una ceremonia. Escuchamos voces, gente caminando hacía un templo, con cúpulas amarillas. Una gran estatua, y una fila de fieles. Nada diferente, a lo que ocurre en procesión católica. Compramos ofendras, y contemplamos la ferviente actividad de los fieles. No soy budista, pero fue especialmente emocionante.

3) Mercados

Este mercado, en una ciudad de cuyo nombre no recuerdo nos permite entrar en contacto con la rica gastronomía del país. Cierto, que los olores no son siempre agradables, hay bichos de curiosa procedencia, aunque la gama de frutas, especias o comida preparada es riquísima. Cuando optes por probar la comida del país, debes saber algo muy importante: «pica y mucho». Pero mucho. Supongo que es una forma natural de combatir un calor insoportable. Comenzaba a llover a mares de nuevo, y nos guarecimos en el gran mercado.

4) Lopburi.

Su templo, aunque tiene un cierto empaque, no pasa de ser un fantástico edificio en medio de una ciudad de provincias. Pero cuidado, los problemas surgen cuando una cuadrilla de cientos de diablillos salen de cada esquina. No son agresivos, pero maleducados y curiosos por naturaleza. Te subirán al pelo, robarán todo lo que no lleves bien agarrado, te rodearán hasta que les des comida. Fue una batalla intensa, con lo pequeños animalillos.

Gafas, botellas, mapas, comida termina en los tejados de esta ciudad, en donde los monos viven a miles.

5) Wat Suthon Mongkol

El templo es una pura filigrana. De estilo birmano, está flanqueado por imponentes dragones dorados. Es ciertamente amenazante. Aunque en si, es un lugar maravilloso, fue el punto negro de nuestro viaje, al fallecer de un infarto uno de los componentes de nuestro grupo. Jose María: te recordamos. Fue una especie de calambrazo en nuestros corazones, y nada iba a ser igual. Gritos, desesperación de su familia, y una estampa jamás borrada.

 

 

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