Una noche en Casa Marcelo

Casa Marcelo es toda una institución en los fogones compostelanos. Lleva una acreditada experiencia en el sector de la cocina galaica, con su toque personal. Gastronomía de nivel.

Desde su ecléctico local en la Calle de las Huertas, en Santiago, justo detrás de San Fructuoso, su maestría destaca, tanto que ha sido galardonado, recientemente con una Estrella Michelín. Aunque ha «quemado» literalmente el concepto menú degustación, enterrando sus cenizas en el jardín con un peculiar acto, siempre recordaré la experiencia, como unos sabores diferentes dentro de una cocina honesta, en donde primaba lo gallego y la calidad.

Su estrella quiere también premiar su ultima oferta apostando por atrevida fusión gallego japonesa. En un local semejando algo entre un sushi bar, y una taberna gallega, no domina ningún elemento concreto, lo que despista tan pronto como entramos.

Comenzamos con un vino Mencía de cosecha propia sublime. ¡Adios al menú, hola carta¡. No es particularmente barata, pero esta bastante alejada de los precios salvajes e injustificados de los grandes restaurantes de autor.

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Nuestra selección fue eclectica y confusa a ratos. Todo por supuesto, de calidad excepcional pero algunos platos con poco secreto o elaboración, y sobre todo, en donde tampoco destacaba por su sofisticación. Din sun de Cachucha y Gambas, Sopa de Cigalas, Almejas y Habas de Lourenzá, y la Fritura de Carpacho que no encontré especialmente emocionante. No logro entender que tiene de mérito servir un pescado, simplemente frito, en donde lo guay es que piques, de su apariencia cadáverica, con los dedos, a pesar de la brillantez de su salsa. No soy de pescado crudo, aunque el marinado de las Gildas de Merluza do Celeiro, las hacían sutiles y delicados bocados con una textura suave y cremosa. La crema de cigalas y Carnitas Shu cual tacos mexicano-gallegos pasaron sin pena ni gloria; una mezcla de sabores demasiado indeterminados y una textura algo basta.

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Los Din Sum eran pequeñas bombas de sabor.

Patata-Puerro.

Supongo que por encima de todo, cuando pagas precios que comienzan a ser altos, premias no solo que sean platos frescos o sabrosos, sino la imaginación creativa del chef.

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En Marcelo, patatas puerro es una institución; se trata de como una simple patata puede ser un crujiente placer gastronómico, que parece puerro siendo patata, con una delicada salsa. Lo sencillo es elaboradísimo, y un placer.

Postres

Tras opciones más o menos divertidas e ilusionantes encontramos en la carta de postres. Cierto que los tres fueron correctos aunque la sorpresa fue el Chocolate, Crema de Orujo y Licor de Cacao. Presentado en forma de huevo, es una delicadeza en su sabor y textura. Siendo una caricia al paladar.

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Como nota final, la organización del local despista. Si se elije el manido pero efectiva concepto de cocina abierta al comedor, hay que hacerlo de forma racional. En este caso, no se sabe donde comienza uno y otro, y la localización de las mesas en donde nadie (salvo en el sushi bar) ve directamente el lio de las cocinas, por estar ladeados, hace del concepto algo fallido.

No espere sofisticación tampoco en las mesas, menajes o presentaciones. No se aspira a ello. Aunque la mezcla feira galega con simplicidad nipona pretende ser accesible y cálido, la indefinición, hace del concepto, algo excesivamente austero y raro.

Con todo, una velada muy interesante.

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