SHIMIZU: A los pies de Mount Fuji

En el medio de Japón, la pequeña y tranquila Shimizu pasa por ser una escala inédita para los cruceros. No solo por ser el centro de una región muy tradicional, y lejos de las rutas turísticas, ni solo por ser la ciudad donde se encuentra la fábrica de electrónica Hitachi, sino por estar al pié del Monte Fuji, símbolo espiritual de Japón.

Su visión desde lo lejos es impresionante. Cumbre nevada, plantaciones de té verde, lagos, y todavía almendros en flor. Pero algo le debíamos de haber hecho a la montaña sagrada, que decidió esconderse tras un inoportuno manto de nubes, que solo lo podíamos vislumbrar en nuestra imaginación. El día no comenzaba especialmente bien.

Pero hay muchas otras cosas que hacer en Shimizu. En primer lugar, tras haber visitado los templos milenarios de Kyoto, y la rabiosa modernidad de Osaka tocaba el Japón natural y más tradicional. Una orquesta local nos daba la bienvenida en un puerto poco acostumbrado a la llegada de cruceros.

Poco a poco, vamos subiendo al teleférico del parque nacional de Nihondaira, en donde podemos decir, que la naturaleza explota en todo su esplendor. Lo más llamativo no es poder volar sobre el tupido bosque en teleférico, sino al llegar es poder caminar sobre un bosque de bambú, tan presentes en la simbología cultural japonesa.

El parque además es especialmente famoso por acoger en medio, uno de los templos más hermosos del país. El Kuno Zan Tohogu. Eso si, tras una sucesión de empinados tramos de escaleras.

El templo está dedicado al Shogun Tokugawa Ieyasu, uno de los más representativos del país. Construído en 1617 presenta 13 estructuras en estilo sintoísta y budista. Deliciosos edificios rodeados de vegetación exuberante, tallas, pagodas hacen de la visita lo más hermoso de la jornada. Casi 1200 escaleras para llegar al mausoleo del Shogún.

Artes tradicionales:

La verdad es que el puerto de Shimizu compensó con creces la insatisfacción de no poder haber contemplado el Monte Fuji. En sus inmediaciones se extienden enormes extensiones de té verde. Bebida nacional y tradicional de Japón, debe ser disfrutado con la ceremonia del té.

Siguiendo un ceremonial milenario, el te verde molido llamado Matcha, se prepara con cuidado. El ceremonial llamado Cha-no-yu, Chadó o Sadó tiene su dinámica, y requiere sutileza, un proceso muy concreto y enormes dosis de elegancia.

La ceremonia se ha mantenido inmutable desde épocas centenarias, y se suele preparar en salones de té, jardines, siempre en el suelo, y usando objetos concretos, y con el vestido tradicional del país. Todo en la ceremonia del té nos ofrece armonía, refinamiento, buenas maneras, suavidad y tradición y sobre todo hospitalidad. Para ser degustado con placidez, y pausa se acompaña con dulces tradicionales, que compensan la acidez de la bebida.

La caligrafía es otro de las tradiciones del país. Es más un arte plástico, en vez de forma de escritura; se denomina Shodo, y sigue las pautas tradicionales.

Pincel, tinta china, papel de arroz. Maestros calígrafos aprenden el arte de la escritura desde hace cientos de años. Usan caracteres Kanji, Hiragana y Katakani. Además de otros propios comparten algunos con la cultura china.

Aunque parecen trazos muy sencillos, requieren grandes dosis de paciencia y maestría.

Y para concluir el día, que la celestial visión al Dios Fuji, se nos fue negada por la climatología, una representación de bailes tradicionales de Geishas, puso el broche final a una jornada que yo llamaría: “encuentro con el Japón más tradicional”. En el puerto una representación de los tradicionales Tambores Taiko atronaba el ambiente, mientras el barco se disponía salir