SALVADOR DE BAHÍA. Paseando por el Pelourihno
Ciudad de magia, vudus, bailes bahíanos, y sobre todo capoeira, es todo tradición. Llegué bajo cortinas de agua, pero poco a poco fue imponiéndose un sol de justicia. Es el típico lugar, que te hace dudar de si estas en África o en América. Supongo que es un maridaje perfecto de dos mundos. Es una urbe dura, hermosa y cutre a la vez, que impone una cierta precaución.
Como todas las antiguas capitales, se sitúan en lo alto. Antigua capital de Brasil, arrastra el peso de un pasado glorioso algo desconchado. Su Pelourihno, o casco histórico es una de las joyas coloniales más hermosas de todo Brasil.
La rica metrópoli portuguesa, adornó la urbe de palacios para ricos, hacendados, funcionarios, y trasladó el «alma de la vieja Portugal» a cada esquina de la urbe. Palacios, conventos barroquísimos, casonas multicolor, que aunque desconchados están siendo rehabilitados con sumo cuidado.
Cierto que la decadencia de Salvador de Bahía como les gusta llamarlas a sus habitantes, ha sido constante, y que el barrio es complicado en términos de seguridad; pero ingentes tareas de rehabilitación están devolviendo un esplendor original. Hay todavía lúmpen, pero los turistas se abren paso a marchas forzadas. Hoy todo es una explosión monocromática, que palpita en cada esquina.
El Pelourhino no solo es turístico, sino corazón bohemio, en donde la música suena en cualquier parte, y se mezcla con las estampas más típicas del Salvador más tradicional. Hay que luchar contra los empedrados, y no perderse por callejuelas «sospechosas». Se entra por el escaparate de la ciudad, la Plaza Municipal, como la tarjeta de presentación de la ciudad, y centro de poder, donde se concentran los edificios coloniales más destacados. Caminamos hacia la Plaza da Sé y Terreiro de Jesus.
Las preciosas iglesias se desperdigan en cada esquina catedral de San Salvador, San Pedro o Santo Domingo, las tres en la Plaza Terreiro de Jesus. Pero uno destaca. San Francisco, con su opulento interior barroco, y el claustro decorado de azulejos de clara influencia lusa.
La estampa icónica de la ciudad es el comienzo de Largo do Carmo. Fotografíada cientos de veces, es una de las vistas más hermosas de Salvador. Fachadas chillonas, casonas, y encajadas en el entramado monumental iglesias cada cual más colorida.
Una amalgama de Mamis bahíanas, músicos, garotas, y despistados turistas. Vendedores, bailarines, y capoeristas. Prepare su cámara.
¿Como acceder?. ELEVADOR DE LACERDA
Hoy se puede subir de muchas formas, pero tradicionalmente el Elevador de Lacerda, era antiguamente la única conexión entre Cidade Alta y Baixa. Uno de los primeros del mundo, se hizo a finales del siglo XIX para superar semejante relieve.
En si una vista preciosa del litoral bahíano. Pensando en el elevador de Lisboa, los habitantes de Salvador, querían algo similar. El comerciante Antonio Lacerda, que ideó el sistema de transporte de la ciudad, dio la tarea a su hermano ingeniero Augusto Lacerda. Fue ingente tarea, que provocaba miedo al principio.
Con dos cabinas eléctricas inciales, hoy han sido sustituídas por cuatro modernos ascensores climatizados. Es patrimonio artísticos desde 2006.