SAINT TROPEZ
La visita de este encantador lugar, se produjo por uno de esos golpes del azar, que a veces la naturaleza nos da. El Grand Holiday no podía atracar en Villefranche, y tocaba Toulon. La Costa Azul es simuosa, y llena de carreteras con recovecos, curvas imposibles, pero a su vez con una generosidad paisajística prodigiosa. Vino, olor a lavanda, bosques. Y para llegar a Saint Tropez hay que hacerlo tras cruzar una pintoresca carretera de montaña,
Cierto que la bahía tiene un poder escénico especial, pero no dejaría de ser un pueblo pesquero más, sin Brigitte Bardot, no la hubiese elegido como centro de descanso, y su activa promoción no la hubiese hecho de lo más «mega, o sea, ultra pijo» de la costa. No soló rodó «Y Dios creo a la Mujer», sino que fue figura esencial «imán» de la gente más guapa. Hoy es fácil encontrarse además de millonarios anónimos a gente como Johnny Deep, Naomi Campbell y una largísima lista de celebridades.
Sin embargo, ya en épocas pretéritas sus callejuelas, y vistas de la bahía sedujo a pintores, y bohemios varios.
El influjo del pueblo, se despliega en su puerto. Hoy los barcos pesqueros han dado lugar al poderío de los grandes yates, y los cafés-escaparates. De esos, que por sentarte, ya tienes que ir abriendo la cartera. Pero si el dejarse ver, forma parte de la vida social de Saint Tropez, aparte de pasear el Ferrari por el paseo maritimo, está tras cruzar la antigua puerta de acceso a las callejuelas del casco histórico, en donde quedan vestigios del antiguo mercado pesquero.
¿Que podemos hacer en Saint Tropez?.
Glamour y dilapidar nuestra fortuna. Si tenemos poderío económico, llegaremos en nuestro yate, pagaremos una media de 2400 euros diarios por su atraque. Podremos comer en cualquiera de sus pomposos establecimientos, en donde es normal tomarse un cafe por 6 euros, o visitar algunos de los Hermes, Chanel, Armani, Dior etc que jalonan las calles más prestiosas, sobre todo en la Rue Gambetta. Si queremos llevar algo «con cierto empaque», siempre nos quedará el jabón de Marsella con un papel bonito, o algunos carísimos, pero accesibles Macarrons de Laduree.
Rincones «bombon». Y estos no cuestan dinero. ¿Qué es un rincón bombón?. Si pensamos en la película «Chocolat», nos vienen a la idea azucarados escenarios, dulces tiendas, esquinas sacadas de una postal, o pintura impresionista. En la vieja Saint Tropez, hay decenas de ellos, en donde todo está milimetricamente estudiado.
El Saint Tropez de los colores; Y de las vistas. Nada más hermoso que subir al castillo, para contemplar la mezcolanza de tejados, torres de iglesias, todo ello fusionado con tonalidades añil de su mar, y la paleta cromática de los campos y vegetación que rodea el pueblo. Las bungavillas, flores, y las fachadas tostadas de sus casas del casco histórico. La vista a la cala más pintoresca desde Rue des Remparts, o los pintores del puerto.
Amaneceres y atardeceres. No hay nada más romántico, y si es una zona tan hermosa, todo está preparado para que la luz juegue y coquetee con cada esquina, creando tipismo, escenas y rincones con tonos a caramelo, o inquietantes escenas, en caso de que el clima no sea especialmente benigno.
La Saint Tropez más monumental. Perderse por los callejones de la aseada localidad, es una delicia en si mismo, sobre todo en el barrio de pescadores de La Ponche; pero hay puntos de interés destacables. No habría que perderse: la Plaza del Ayuntamiento, la torre de la iglesia bicolor de lo alto de casco histórico, ciudadela, el Museo de L´Announciada, la Place aux Herbes y des Lices, Sainte Anne, o las puertas de Tour Jarlier, Vieille o Portalet.
Por supuesto siempre nos quedarán las decenas de arenales que rodean al pueblo.