RUMANIA
Cuando se llega al amanecer, a bordo de uno de los B737-300 de la compañía rumana Tarom al aeropuerto de Bucarest-Otopeni, la oscuridad lo domina todo. La impresión que nos invade, debido a la tenue iluminación que se percibe al aterrizar, es que acabamos de entrar en el umbral del reino de las tinieblas. No en vano hay que recordar que Drácula campaba a sus anchas por estas latitudes. Es inevitable, en medio de la contagiosa tristeza, evocar la sangrienta revolución de 1989, pensando que los tràgicos acontecimientos han sumido al país en la anarquía. Nada más lejos de la realidad, bajamos del avión y la luz cambia nuestra impresión inicial. Lo mejor para desterrar esta imagen es cruzar el país de norte a sur; desde Bucarest, su capital, al norte, cruzando los escenarios cambiantes de la Transilvania, Bucovina y Moldavia. El carácter polifacético de un país tan ètnicamente dispar, tiñe de variedad y contraste el paisaje; ofreciéndonos una sucesión fascinante de escenarios variados.
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