Cuando despegamos de cualquier aeropuerto del mundo, hay aproximadamente otros 50.000 vuelos en el cielo de todo el planeta. El transporte aéreo, se ha popularizado tanto, que no podríamos concebir nuestra vida sin la presencia de este medio de transporte. Un sistema rápido, eficiente, barato y seguro que sin embargo es motivo de preocupación para casi cuatro de cada diez pasajeros, y pesadilla para algunos de estos. Tanto, que desata una de las fobias más extendidas y poco comprendidas del mundo: el miedo a volar.
Ciertamente es algo que se sufre en silencio y nos cuesta reconocer. Ya que la mayoría de los cruceristas no tienen el privilegio de vivir a pie de puerto, el temido vuelo de conexión es una necesidad, que representa una tortura y barrera inicial para miles de pasajeros. Cuando un avión vuela nada queda al azar. Aunque un accidente es algo impactante, luctuoso, es francamente infrecuente sobre todo cuando volamos en el llamado primer mundo; sin embargo es algo que nos atormenta vorazmente. No somos pájaros, pero tan seguros estamos en los cielos, que es más probable que nos toque la lotería, desnucarse en la ducha, o morir por efecto de la picadura de una abeja, que por efecto de un accidente.
Cada vez que nos subimos a un avión, y a pesar de las aparentes cicatrices estéticas en elementos de cabina, cada pieza, elementos, aviónica esta en perfecto estado, todas las situaciones de emergencia se han previsto, y las tripulaciones tiene planes para afrontar cualquier tipo de eventualidad que pueda surgir, incluso en el peor momento de vuelo. Sin embargo, sigue siendo un una experiencia traumática e insalvable para un número creciente de personas. Cada cierto tiempo, saltan al primer plano de la actualidad, agresiones de algún pasajero al resto de los ocupantes del avión, o a la propia tripulación. Esto está tipificado, y es un fenómeno, popularmente llamado: air rage, y que es motivado en la mayor parte de los casos, por almas temerosas y asustadas, cuyo abuso del alcohol, y otras sustancias como los ansiolíticos desata nuestro lado más oscuro. Las fobias aéreas son un problema creciente, que causan no solo una angustia vital insoportable por parte del que las sufren, sino pérdidas y cancelaciones para las aerolíneas.
Como me encuentro en la franja de los aerotrastornados, recuerdo mis charlas con mi psicólogo para conocer a la bestia que tenemos dentro. Su opinión es clara: a grosso modo, usualmente quien nos juega una mala pasada es la capacidad, de hacer volar nuestra imaginación con imágenes negativas, hasta el punto que nuestros miedos se conviertan en irracionales, al tiempo que hacemos que la ansiedad nos desborde, y aunque recurramos a los ansiolíticos, siempre recetado por nuestro medico, no es una solución a largo plazo. Hay que aprender a controlar el torrente de imágenes luctuosas, y conseguir un estado de armonía mental y física. Una serie de procesos, que conviene seguir cada vez, que nuestra mente amenace con hacernos perder el control. Reputados métodos recomiendan lo siguiente: En cualquier lugar y momento, días antes, en el propio aeropuerto, o incluso una vez que estemos dentro de la aeronave, además de repetir una y otra vez “volar es seguro”, trabajamos en tres planos. Respiración, control muscular, control mental. Nos da también pequeños trucos. Nos sentaríamos cómodos en cualquier espacio, y nos relajaríamos.
a) Estamos en nuestro vuelo. Cerrando los ojos, e imaginando escenas placenteras. El mar, el sonido de las olas, como el sol nos da en la cara. Nos sentimos bien. El avión vuela como un delfín cruzando el mar de forma pausada, ágil y disfrutamos los baches como una potente fuera borda. Todo está bajo control, deje que los expertos hagan el trabajo por usted. No controle nada, la vida de la tripulación depende de sus decisiones. Si no quiere estar dentro, escápese a hermosas escenas de vacaciones que va a disfrutar. Imagínese día a día su crucero, y todas sus placenteras experiencias.
b) La respiración. Profunda por la nariz, expire por la boca. Relájese. Hágalo tantas veces como sea necesario, mientras nuestra mente se deleita con imaginaría placentera.
c) Trabaje músculo a músculo de su cuerpo. Lo ideal es no hacer fuerza, no tensar el cuerpo. El avión no volará mejor aunque usted tense sus músculos. Músculo a músculo, ténselo, aspire profundamente, cuente tres y vaya soltando el aire, y relajando al mismo tiempo el músculo en cuestión. La idea es conseguir que no notemos nuestro cuerpo, como si fuéramos un tapón en una piscina. Cuerpo, alma, y mente en estado placentero, un proceso a ser repetido cuantas veces sea necesario, y cuando nuestra mente se desborde, diga “stop”, y controle su pensamiento. No es fácil, y requiere entrenamiento, pero se puede lograr. Por encima de estos elementales consejos, hay otras cosas de sentido común, y que en mi funcionan perfectamente. El día del vuelo hay una serie de procesos que hacen que lleguemos al aeropuerto en perfecto estado.
Prepare la maleta de forma pausada el día anterior. Evite el stress, y es primordial no salir a ultima
hora, no conducir al aeropuerto, facturar despacio. Evite asimismo cafés, tés, o cualquier bebida con cafeína, al igual que comidas pesadas, que puedan hacer que nuestro estomago nos juegue una mala pasada. Viaje cómodamente, y con “entretenimiento” en vuelo. Revistas con hermosas fotografías, música, y si viaja en compañías en donde no sirven comida, llévela o cómprela en al avión. El “perder el tiempo” con comida, sea en forma de bandeja, o de sandwitch preparado es una solución ideal. Espere a última hora para meterse en el avión. Procure volar de día, y desde aeropuertos regionales, para que los trámites sean más cortos. Está demostrado, que las largas colas, retrasos, caminatas, rodaduras eternas por las pistas, controles, aceleran nuestros miedos.
Ante todo, procure concebir el vuelo como algo seguro, y sobre todo placentero. Disfrute mirando por la ventana, dejándose flotar sin tensión, y mirando la evolución de las nubes. No mire las paginas meteorológicas, alguien experto lo hará por usted. Las pantallas meteorológicas, hacen que la tripulación sepa en donde están las zonas más inestables. No se deja nada al azar. Poco a poco, irá llegando. Cuando toque tierra, se dirá a si mismo….”lo he conseguido, y he disfrutado”. Volar es un placer, no una tortura. Si estos consejos no mitigan su miedo, considere en seguir un curso específico que periódicamente se celebran. No dude, en que lo superará, aunque la serpiente del miedo esté arraigada en lo profundo de su interior.
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