Solo pronunciar su nombre evocaba sensaciones míticas. Navegar en una leyenda, además de un placer de dioses, era hacer historia. Cuando el barco histórico, languidece en el puerto de Dubai, y los planes concretos sobre su futuro están cuestionados por falta de “cash”, no logro sacarme de la cabeza mi última singladura. Quiero echar la vista atrás, y hacer un ejercicio de sana nostalgia, poniendo en relieve, que el mundo de los cruceros ha mudado de forma irremediable, pero no perdiendo la memoria. La propia Cunard no es una naviera más, sino «la naviera». La quintaesencia del lujo. Inventora de los cruceros, desde hace decenas de años, ha venido escribiendo paginas gloriosas en la historia naval británica. El Queen Elizabeth2, el último trasatlántico de línea de su “graciosa majestad”, y hace poco la nave insignia de Cunard, ha sido degradado, ante la puesta en servicio de lo nuevos juguetes.
Sin embargo, la reina será difícil de sustituir ya que todavía, se mantiene en el ambiente su serena discreción y refinamiento, que los recién llegados tendrán aun que demostrar. Cientos de celebridades han pasado por sus estancias en su dilatada historia, y todavía mantiene una innumerable cantidad de fans. Una breve escapada, tocando algunos puertos del Atlántico, era suficiente, para disfrutar los últimos alientos de la “Reina”. La vez anterior había viajado en una categoría más noble, e indudablemente estas eran más epicúreas. Mi interés, en el viaje de despedida, radicaba en las acomodaciones más inferiores, para ver si Cunard, en su última etapa, seguía manteniendo el tipo en todas las circunstancias, frente de la ingente cantidad de operadores que se encontraban en el mercado. Incluso en el peor de los casos tendría que superar las expectativas. No estaba dispuesto a concederle ningún margen de error. La experiencia la precedía.
Después de un atestado vuelo, en condiciones algo tormentosas, y de una noche en la capital británica, en un hotelito con mucha historia, y estancias encantadoramente victorianas, uso el autobús desde Victoria Station a Southampton, y taxi hasta la terminal de Cunard. La hermosa criatura, aunque entrada en años, se mostraba con toda su exquisita dignidad, detrás de la terminal. Debajo de decenas de banderas británicas colgando, y que no dejan duda del alma de la naviera, se entra en la terminal Cunard. Una enorme fila de empleados realizan un check-in rápido y eficiente, y poco a poco comienzas sentir el sueño. Su presencia era sencillamente imponente. El elegante galgo se mostraba soberbio, con un casco negro como los barcos de “toda la vida”, brillando por el sol que acababa de salir. Como si fueramos a cruzar el Atlántico rumbo al nuevo mundo, subimos de forma decidida por la pasarela sin mirar atrás. Ceremoniosa sirena, y partimos.
Enfilaba con decisión el Canal de la Mancha, al tiempo que sentíamos como la quilla cortaba las olas, con inusitada suavidad. Lo primero que llama la atención del QE2 es su sencillez, tanto que a algunos les podría resultar devastadoramente austero. Sin embargo, poseía el grado adecuado para ser elegante. No necesita ni florituras, ni extravagancias ornamentales, ni por supuesto oropeles horteras, que tanto abundan en el mercado. Todo está colocado en el lugar justo. No me cansare de explicar, que el QE2 es un trasatlántico, no un barco de cruceros. Así que hay que olvidarse de grandes lobbies, ventanas por doquier y espacio. Todo lo contrario. Mientras en crucero vive hacia el exterior, un trasatlántico es interior, y es hasta sombrío. Escaleras con un delicioso regusto años 60, con sus claros paneles de madera de cerezo, laberínticas rutas, y salvo el elegante lobby circular de entrada, una piscina-gimnasio metida en las entrañas recónditas de la nave, la recepción y poco mas, casi todo lo relevante se concentra en las dos cubiertas superiores, Upper y Quarter.
Sería tedioso una descripción estancia por estancia. Plagado de zonas comunes, en una época en donde importaba más el servicio, que meter cuantos mas camarotes mejor. Nada de restaurante único, bar único, o sala de shows único, sino un mundo de posibilidades. Destaco sobre todo el,Crystal Bar, armonioso bar a la entrada del Mauretania Restaurant; Queens Room, como epicentro del barco, y con una relajante mezcla de tonos azules y amarillos, es el lugar donde se celebran eventos importantes como el ceremonioso «English Tea» con toda su pompa, la Library ytienda de libros (unas de las mayores a flote en su día), y sobre todo, decenas de vitrinas en donde se exponen una infinidad de objetos de todas las épocas gloriosas de la compañía. El estado de conservación era susceptible, de mejorar, con puntuales estados nada propios de un barco de esta categoría , sobre todo elLido Buffet, con telas gastadas, y el teatro (con telas rasgadas), algunos paneles rayados, puertas descoloridas…etc. Si es soportable, y casi imperceptible, en un barco de cruceros, no lo es en Cunard. Pero algo legendario flota en el ambiente, y enseguida comencé a olvidar estos pequeños detalles. Cubiertas exteriores poco llamativas, pero acorde con lo que es un trasatlántico, en donde los rigores climáticos del atlántico no ofrecían mucho espacio para disfrutes al aire libre.
Cubiertas en donde la madera era norma, incluso en sus tumbonas. Unas cubiertas, que como en el caso del Queen Mary I, fueron pisadas no solo por celebridades, sino que han sido escenarios recurrentes para amores cinematográficos. ¿Cuantas veces el galán de turno se ha declarado en una cubierta?. Sigo sin entender la necesidad de algo tan “popularzón” como el Golden Lions Pub en el QE2. Quizás mas propio de un pueblecito británico, con floreadas alfombras, su humo de tabaco, y el olor a fritangas. Pero tiene su público a bordo también; aunque difícilmente encaja en el ambiente. La galería comercial ofrecía productos de clase, con moderación, hasta una tienda Harrods. Mis “aposentos”, a pesar de las opulentas cabinas de clases más nobles, no motivaron un especial interés. Procede de una época en donde cruzar el Atlántico era también una forma de transporte, y había la necesidad de aprovechar el espacio, y ofrecer cabinas hasta para economías menos pudientes.
SIGUE…….
Alguien podría encontrar las cabinas del QE2, viejas y algo rancias. Craso error, simplemente eran clásicas. Precisamente lo que busca cualquier pasajero sensible que buscaba barcos como los de antes, sintiendo que el tiempo se ha parado. Nada de tarjetas magnéticas, madera a discreción y unos pasillos imperiales. Hasta le perdonaba el tamaño «armario de toallas» del camarote, por el enorme baño, su moderna ducha, y para calmar mis reticencias, exquisitos productos de baño Bronnley. Sin embargo el espacio del baño estaba desaprovechado ya que faltan muebles. Había una serie de detalles muy exquisitos, como los bolígrafos Cunard, cerillas, papel de cartas….etc. Como los cruceros se componen de sensaciones, que mejor que un “Sailaway” pidiendo champagne y delicadas trufas belgas. El entorno me pedía adornar mi viaje, con toda la parafernalia, que estaba a mi alcance.
Poco importaron las escalas. Cuando alguien vive la experiencia QE2, los puertos en donde recalaba eran lo de menos, y en mi singladura tampoco fueron especialmente excitantes. A pesar de los años, y de haber barcos mas grandes, y modernos, el QE2 sigue siendo un icono, y motivo de atención. Una cuadrilla de botes rodea a la dama en cada puerto al salir, al tiempo que varios helicópteros sobrevuelan el barco. No solo de la policía, sino de prensa local que solía informar sobre la visita del barco, con toda profusión de detalles. Es difícil que algo me emocione, pero La Rochelle lo hizo doblemente, no solo por ser una de las ciudades medievales intactas más maravillosas que he visto, por la organización francesa de la escala, lo volcada que está la ciudad con los cruceros, sino por la despedida al barco. Recepción con orquesta, todos los comercios ofreciendo descuentos y unas medidas de seguridad que blindaban al barco. Como icono, era objetivo preferente de todos los terroristas tarados del mundo mundial.
Escolta vip de dos grandes guardacostas, y una decena de fuerabordas de policía, blindaron el barco frente a las decenas de barquitos que nos acompañaron hasta la salida del puerto. Solo el QE2 ofrecía este espectáculo. La escala en Bilbao discurrió en la misma tónica, solo que al despliegue se añadieron dos helicópteros: uno de prensa, y otro de la policía nacional. Saint Peter´s Port, capital de Guernsey, es una deliciosa y plácida localidad, que nos recuerda a lo que era Gran Bretaña hace muchos años. Si la ciudad es típica y pintoresca, el interior de la isla es muy inglés, plagado de casitas en un entorno francamente escénico.
Cunard, es la única compañía del mundo que mantiene restaurantes específicos para cada categoría de camarote. Quizás una herencia del pasado o la forma de asegurar que recibes lo que pagas. No es que los pasajeros de categorías bajas tengan una verja, cual Titanic, que nos separa del resto del barco, al contrario. Salvo esto, el barco es de acceso común para todos sus pasajeros. Se supone que el comedor Mauretania, que correspondía a mi categoría, tenía que mantener el tipo. No me cabía la menor dudas que las comedores mas altos mimaban a sus comensales (Princess Grill, Britannia Grill, Queens Girl y Caronia Restaurant..de hecho son reputados por famosos críticos gastronómicos y de cruceros, ¿Pero resultaba el Mauretania una opción digna para pasajeros poco pudientes?. Lo fue sin duda, en su justa medida, en la cena en donde responde a un crucero de gama media-alta. Buenos sabores, textura y presentación sin brillar, y el grado de sofisticación justa. De paladar exquisito, el menú del Mauretania no es vanguardista, aunque si con toques de sofisticación, partiendo de menús seleccionados, y recetas de los países que se visitan, una bodega excelente, y trufas acompañando el servicio de te y café. Exquisitos asados, opciones bajas en calorías y vegetarianos, una selección de tres entrantes, tres sopas, cuatro platos principales, tres postres, y siempre unos tentadores helados, y tablas de quesos.
No faltaban desayunos británico “de manual”, o sea docenas de kilos de colesterol, pero rozando casi la perfección, y servido en todos los comedores, aunque la preferencia esta en el Buffet Lido. Buffets nocturnos, té de la tarde, que se servía de forma ceremoniosa entre refinados acordes de piano y arpa, por camareros uniformados con guantes blancos. Un té, según las clásicas pautas británicas: tentadores sandwitches y unos pasteles celestiales. La cena buffet completan la completa y exquisita oferta gastronómica. Una simple mirada al Queens Grill, hacía vislumbrar la diferencia. Platos de diseño, ingredientes nobles, porcelana finísima, plata y el mejor despliegue de lujo visto a flote.
La animación era británicamente civilizada, aunque iba simplemente a celebrar mi encuentro con la nave. Nada de ritmos caribeños sonando en sus salones, como se estila en los cruceros generalistas de hoy en día. Ningún toque vulgar, Soberbios shows de coreografías impecables basados musicales del West End, canciones clásicas, ritmos de los sesenta. Nada de Miss Crucero, competición de barrigazos en la piscina, aunque tampoco adornos americanos, como figuras de hielo o con toallas, y nada de buffet de Gala. El QE2 ofrecía un excelente programa de actividades. Charlas de salud, celebridades firmando libros, juegos, clases de baile, o sea lo usual pero de calidad. Cine con estrenos de actualidad, SPA homeopático, hacen de los cruceros en Cunard algo especial. Cocktail del capitán, Bake Alaska la última noche, son complementos perfectos. Recuerdo los toques extra como las tapas orientales, en los bares, con las bebidas antes de la cena.
Antes de navegar en cualquier otro barco de crucero, era casi obligado para cualquier pasajero hacerlo en el Queen Elizabeth2, por lo menos una vez en la vida. Siempre fue un barco y naviera para nostálgicos, objeto de culto para amantes de barcos de verdad, publico inglés, ambiente tranquilo con sobrados motivos para cautivar. Las luces se encendían de noche, y era hora de smokings, trajes de gala, y un vestuario estrictamente cuidado. Una especie de mundo en extinción en donde, todavía se seguía de forma estricta, los códigos de vestuario, y comportamiento gentil. Noté algunos recortes, pero la estrella Cunard seguía brillando aunque moderadamente. Cuando dejé el barco, sabía que sería la última vez, que estaría en su seno. Con dosis de nostalgia sabía que pronto se cerraría el telón, y procuré grabar su imagen en mis pupilas, atesorando todos los recuerdos.
No obstante quedaba un resquicio, para que los rumores que apuntaban su retirada, fueran infundados. Sus actuales propietarios, Carnival Cruises no se caracterizaba por una sensibilidad romántica, y en la mente de su presidente Mr Aritson, la idea de sustituir la nave por alguna estridente y llamativa pero rentable cajita flotante, era una tentación. Por desgracia, los rumores terminan confirmándose. En la época de los costes, el Queen Elizabeth2 era para los despiadados ejecutivos americanos, una frivolidad extemporánea, y los romanticismos no cabían. Sin embargo, las sensaciones, recuerdos, pervivirán en el subconsciente de una legión de leales pasajeros. Vaya, por delante, mi pequeña muestra de homenaje, y nostalgia, al último gran barco de línea. La historia está todavía por escribir, y esperemos sinceramente, que jamás tenga que visitar la infame Playa de Alang. Hasta siempre QE2.
0 thoughts on “HOMENAJE AL QUEEN ELIZABETH2”
Que gusto leerte. Imagino lo que sientes…y más cuando he consultado lo de la Playa de Alang… pensaba que era en Namibia, pero no… y buscando, veo que hay muchos lugares en el mundo plagados de desperdicios de difícil reciclaje…¿Qué triste no? Del cielo al infierno. ¡Ahh! Y eso de la reja esta muy bien, elegancia ante todo. 😀
Yo hice mi primer crucero en el QE2, a los fiordos, y luego repetí otro. Aunque de esto hace pocos años (julio 2001), era otra época. En todos los puertos, la llegada del QE2 era un acontecimiento. La salida era lo mismo: un montón de gente y una banda de música de despedida.
Al verte por la calle, todo el mundo sabía que ibas en el QE2, el único. En todos los puertos, casi todas las postales de los fiordos habían sido hechas cuando el QE2 estaba atracado, cosa que entonces sucedía una (o dos) veces al año.
El crucero a los fiordos solía salir a finales de junio, y había muchos cruceristas ingleses que lo hacían cada año, y lo venían haciendo desde niños, entonces con sus padres y en otros barcos. Para muchos ingleses el crucero de los fiordos, era algo como la Navidad, el Reveillon de Fin de Año, etc. que había que hacer ritualmente cada año. Muchos de ellos iban siempre en el mismo camarote, año tras año.
Casi todas las noches eran de gala, y no se veía casi nadie que no fuese de etiqueta rigurosa. El servicio de comedor era casi todo europeo (en mi mesa del comedor Caronia, la camarera era escocesa y el camarero de Europa Oriental).
Éramos los únicos españoles del barco. El Maître nos comentó que se veían muy pocos españoles a bordo a lo largo del año, aunque en la última vuelta al mundo había una mesa de canarios.
La comida la recuerdo excelente y sobre todo recuerdo el servicio de mesa, que solo lo he tenido tan bueno en Peter Deilmann (en ninguna naviera de lujo lo he tenido igual), que ahora ya no sé como será tras la venta por parte de las hermanas Deilmann.
Para mí, fue cómo viajar a mi jueventud, a otra época pasada, cuando en el Liceo de Barcelona todas las noches eran de etiqueta y era raro ver alguien sin esmoquin o traje largo. Tanto me gusto, que al cabo de un par de años volví al QE2 y volví a encontrar lo mismo. Al botar el QM2, volví ha hacer un crucero a los fiordos, pero las cosas habían cambiado mucho: aunque mantenía su categoría se notaba un bajón, como en la reducción de las noches de gala; también se veía algún hortera por la noche en el teatro en pantalones cortos, etc.
Como curiosidad, en el QM2, el mayor grupo nacional, tras los ingleses, era el de españoles, pues había un grupo de varias centenas de personas de Lanzarote, entre ellas una hermana de César Manrique, para sorpresa del capitán, al hacer la relación de nacionalidades presentes.
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Que gusto leerte. Imagino lo que sientes…y más cuando he consultado lo de la Playa de Alang… pensaba que era en Namibia, pero no… y buscando, veo que hay muchos lugares en el mundo plagados de desperdicios de difícil reciclaje…¿Qué triste no? Del cielo al infierno. ¡Ahh! Y eso de la reja esta muy bien, elegancia ante todo. 😀
Yo hice mi primer crucero en el QE2, a los fiordos, y luego repetí otro. Aunque de esto hace pocos años (julio 2001), era otra época. En todos los puertos, la llegada del QE2 era un acontecimiento. La salida era lo mismo: un montón de gente y una banda de música de despedida.
Al verte por la calle, todo el mundo sabía que ibas en el QE2, el único. En todos los puertos, casi todas las postales de los fiordos habían sido hechas cuando el QE2 estaba atracado, cosa que entonces sucedía una (o dos) veces al año.
El crucero a los fiordos solía salir a finales de junio, y había muchos cruceristas ingleses que lo hacían cada año, y lo venían haciendo desde niños, entonces con sus padres y en otros barcos. Para muchos ingleses el crucero de los fiordos, era algo como la Navidad, el Reveillon de Fin de Año, etc. que había que hacer ritualmente cada año. Muchos de ellos iban siempre en el mismo camarote, año tras año.
Casi todas las noches eran de gala, y no se veía casi nadie que no fuese de etiqueta rigurosa. El servicio de comedor era casi todo europeo (en mi mesa del comedor Caronia, la camarera era escocesa y el camarero de Europa Oriental).
Éramos los únicos españoles del barco. El Maître nos comentó que se veían muy pocos españoles a bordo a lo largo del año, aunque en la última vuelta al mundo había una mesa de canarios.
La comida la recuerdo excelente y sobre todo recuerdo el servicio de mesa, que solo lo he tenido tan bueno en Peter Deilmann (en ninguna naviera de lujo lo he tenido igual), que ahora ya no sé como será tras la venta por parte de las hermanas Deilmann.
Para mí, fue cómo viajar a mi jueventud, a otra época pasada, cuando en el Liceo de Barcelona todas las noches eran de etiqueta y era raro ver alguien sin esmoquin o traje largo. Tanto me gusto, que al cabo de un par de años volví al QE2 y volví a encontrar lo mismo. Al botar el QM2, volví ha hacer un crucero a los fiordos, pero las cosas habían cambiado mucho: aunque mantenía su categoría se notaba un bajón, como en la reducción de las noches de gala; también se veía algún hortera por la noche en el teatro en pantalones cortos, etc.
Como curiosidad, en el QM2, el mayor grupo nacional, tras los ingleses, era el de españoles, pues había un grupo de varias centenas de personas de Lanzarote, entre ellas una hermana de César Manrique, para sorpresa del capitán, al hacer la relación de nacionalidades presentes.
Felicito por el relato tan melancolico, me hizo revivir aquellos años de cruceros con tanta clase y glamour.
Feliz Navidad Giulio Cocozza.
Gracias a ti por haberlo leído.