Explorando el Seven Seas Voyager
Antes de la cena, tengo tiempo a explorar. Y no importa a la hora que lo haga, con uno de los ratios de espacio por pasajero más óptimos del sector, siento que el barco parece que va vacío. Craso error. Está navegando a plena ocupación. El espacio, es un parámetro del lujo esencial. Con solo 40.000 toneladas tiene 768 pasajeros y 451 tripulantes. Alguien pensaría que es un barco pequeño, pero para el segmento de lujo, es enorme.
El centro lo ocupa un diáfano atrio, con ascensores de cristal, y es un punto que nos hace sentir especialmente cómodos. Es un barco clásico, y si miramos su decoración, nos hace recordar los fresquísimos ferries escandinavos tan pronto entramos. Es un barco que combina perfectamente fórmulas tradicionales, con la elegancia de lo simple. Hay una sensación envolvente de lujo en tejidos, maderas, materiales premium, sobre todo en colores.
Las cubiertas 4 y 5 son las zonas públicas por excelencia. Como lugar más relevante encontramos el Teatro Constellation, en tonos oscuros. Me gusta la amplitud entre asientos, y sobre todo la perfecta visibilidad. Si queremos comunicarnos con el resto de la nave, hay muchísimos ascensores, que jamás generan esperas, y sobre todo una escalera panorámica, que nos recuerdan a los antiguos barcos de Royal Caribbean. La presencia de la estatua metálica del lobby, llamada Estrella de los Vientos, hace que sus reflejos se proyecten en los mármoles marrones del atrio.
Lejos de otras zonas comunes más concurridos, el Voyager Lounge, nos recuerda a un selecto night club. Antes de la cena descubrí que sería mi sitio favorito, sobre todo acompañado por cocktails perfectos como el Signature Voyager acompañado de tapas gourmet.
Vislumbro otras estancias, un humidor cual selecto club ingés, o el gran restaurante Compass Rose, del que hablaré más adelante. Donde se concentran y socializan los pasajeros mayoritariamente, es el recién renovado Horizon Lounge, y su gama de colores neutros.
Es refinadísimo y soberbio. Se sitúa en la cubierta 5, y accedemos por un pasillo anchísimo, en donde cualquier naviera de medio pelo colocaría una fila de camarotes. Boutiques y los restaurantes temáticos Prime7 y Signatures Otros puntos serían el Coffee Connections, una enorme liberería en la 6, junto con el delicioso Canyon Ranch Spa. Una de las marcas balnearias más prestigiosas de Estados Unidos.
Si subimos a la cubierta 11, nos encontramos cientos de metros cuadrados para alojar una enorme piscina. No hay mobiliario barato sino mesas de madera, tumbonas elegantes, y telas combinadas para darle un aspecto de resort de playa de moda. En popa el buffet ofrece suficiente espacio, y tiene un aspecto muy luminoso y fresco, aunque con pocas sillas en el exterior.
Todo buen barco que se precie, hay que guardar un espacio en lo más alto, y en proa para relajarse y contemplar el mar. Nada de ocupar un espacio vital con otras cosas, y cegarnos la vistas marinas. El Observation Lounge, es lujosisimo y en donde se puso especial cuidado en decorar el espacio con sofás de cuero blanco, y pinceladas negras. De lugar para fiestas íntimas, a espacio relajante para la lectura. O simplemente un sitio perfecto para contemplar al horizonte.
Y tras ver el barco, llego a dos conclusiones: La estridencia y la vanguardia obsesiva, no da clase. A veces, las fórmulas más sencillas y tradicionales son las mejores para tener un barco tan acogedor y equilibrado.