ESTAMPAS DE SIRIA EN BLANCO Y NEGRO
Las viejas ruínas nabeteas de Palmira, entre las que se conservan (no; conservaban) edificios prodigiosos como el Agora, el Templo de Bel, el teatro, o las Torres Tumba además de un castillo medieval en lo alto, que brilla como el azafrán por el efecto del sol, conocieron su máximo explendor entre el 266-272, con la reina Zenobia, que vencida por los romanos fue llevaba a Roma con cadenas de oro por su belleza, para convertirse a la fuerza en la esposa de un senador. Hay que borrar todo lo que sea historia y diversidad. Que la gente piense está prohibido. Y dinamita a la cultura.
Y en un país enormemente joven, su generaciones más nuevas son consideradas en vez de una promesa de futuro, una maldición bíblica sobre todo en las zonas rurales. Mientras que en otros países, los niños se lanzan al turista reclamando cualquier “chuchería”, la candidez de un grupo de escolares, en una aldea rural, siendo inmensamente felices solo por posar sin esperar nada a cambio, te llena de ternura. Camino a Aleppo, recuerdo la cara feliz de una niña, a la que probablemente se le obligue a colocar ya el chador desde muy pequeña. Sin embargo me cautivó su enorme sonrisa.
Recuerdo la animación de un mercado bereber, en el medio de nuestro camino a la segunda ciudad con un bullicio inusitado. Aleppo, la segunda ciudad del país, es también una de las más antiguas del mundo. Mencionada ya en escritos en la antigua Mesopotamia, es una mezcla de idiosincrasia árabe con una ciudad antigua amurallada con nueve puertas, y zocos en donde no vemos algo preparado para el turismo, sino algo genuinamente árabe en donde nadie te acecha para que compres. Bombones, esencias, jabón, artesanía, y sobre todo un ambiente intemporal. Nada queda de su zoco, o su fortaleza medieval, que no resistió a la estupidez humana.
La imponente ciudadela, con la Gran Mezquita, formaba parte de los emblemas de la ciudad. Como un enorme Ovni, que hubiese aterrizado en medio de la urbe, es el centro habitado más antiguo de Aleppo. Ruínas de varias culturas, palacios árabes, museos, es la visita perfecta. Aunque Siria es un país laico, no es un buen lugar para ser mujer. Por mucho chador que lleves, siempre hay el corazoncito de mujer debajo. Titularía la estampa de la derecha, como “coquetería bajo el chador”, desde la que sobresalen unas sandalias blancas muy “fashion”.
Krak de los Caballeros
Centro del establishment Sirio, y por la que todos pugnan a bombazos. Entramos el la magna Damasco. Ciudad monumental antiquísima con una ciudad histórica también amurallada, zocos, y con palacios de cuento como el Azem. No pasaba de ser una gran ciudad árabe. Caótica, vital, y vibrante. Ciudad también monumental, y cuna de dinastías como los Omeyas. Recuperamos fuerzas probando los dulces sirios, en cuyas pastelerías puedes probarlos, antes de comprar.
Pero quiero cerrar este viaje sentimental, con otra estampa especial. Llegamos al anochecer, y escuchamos la llamada de muacín desde la Gran Mezquita de Damasco, que además de la magnificencia de sus mosaicos, esplendor del edificio, es uno de los centros religiosos más importantes del país, en donde se conservan además de reliquias islámicas, la tumba de San Juan Bautista, como símbolo de maridaje perfecto entre cristianos y musulmanes unidos por su necesidad de libertar, pero también tradición islámica.