CUBA Riqueza colonial
Una enorme y opresiva losa, los sigue atenazando y no son muy dados a hablar, o por lo menos en alto, sin mirar a derecha e izquierda, pero Cuba es algo más. La Cuba universal y perenne. Tierra que enamoró a España hasta convertirla en la colonia más rica, y sofisticada de todo el imperio. Algo que fue muy duro perder.
Por un lado, es donde se cortó la primera Guayabera (típica camisa blanca cubana), y por el antiguo puente sobre el Rio Yayabo. Multicolor, empedrada, y muy bulliciosa, fue nombrada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1988. Además de su plaza central la Iglesia del Santo Espíritu, es una ciudad especialmente agradable y hermosa. Me pareció deliciosa una especie de hamburguesería, en la Plaza Central, anclada en el tiempo, en el que todo menos la carne de las hamburguesas, databa de la época pre batista. Un curioso carromato de niños cubanos ansiosos, llegó al local, para pasar una calurosa tarde de verano, degustando las delicias locales. No estaban especialmente ricas, pero si que el lugar era una estampa anacrónica deliciosa.
Muy neoclásica, y afrancesada nos ofrece unas calles rectilíneas, hermosos edificios como el Teatro Terry, y un malecón larguísimo con extensas playas, en donde todavía vemos vestigios de tiempos más ricos, y mansiones de antiguas familias como el Palacio del Valle (cual tarta de boba) o el antiguo Yacht Club. Nuestro guía, habitante de la ciudad por excelencia, se cansó de ensalzarnos las virtudes de Cienfuegos, y merece nuestro homenaje insertando un video por su incansable labor en este mini tour.
Parece que nada ha cambiado, salvo las hordas de turistas, que visitan los salones de algún antiguo palacio, museos, o tal vez los locales de moda como el Casa de la Trova, lugar perfecto para escuchar sones cubanos, acompañados del omnipresente mojito. Desde decenas de patios reconvertidos, el atardecer se disfruta a la sombra, de forma tranquila, y esperando a que providencial tormenta vespertina.Y no podía faltar la visita a una plantación de azúcar, como la de la familia Iznaga, con su alta torre para vigilar sus esclavos en los campos de caña.
La verdad es que mi paso por Santa Clara, a la vuelta, la cuna de la revolución fue fugaz, y se limitó a las paradas usuales en todo país políticamente “peculiar”, en donde hasta los turistas deben rendir su cuota de pleitesía al régimen, visitando iconos como el Tren Blindado Descarrillado por los rebeldes en su última batalla contra el régimen, o la visita al enorme mausoleo del Che. Lo que más me interesaba fue la estancia en los famosos Cayenes. Una especie de alojamiento en típicas chozas de caña, muy locales, y en donde se disfruta de una comida cubana excepcionalmente buena. Y como no, cocktails de coco servidos en sus conchas, antes de unas barbacoas al lado de la piscina. Y todo esto, debajo de un purísimo cielo cubano lleno de estrellas.