CUBA 3) Viñales.
La Habana es cálida y humeda. Asfisiante hasta que las tormentas refrescan el ambiente como todo país caribeño que se precie, sobre las seis de la tarde. Uno puede huir a varios lugares. Si Varadero es la opción más socorrida, por sus kilómetros de arenales, aguas color turquesa, hay otras opciones más locales como una incursión a lo más tradicional de campo Cubano, que es Occidente del país, rumbo al Valle de Viñales. Perdonen ustedes, Varadero fue una especie de fugaz jornada más que nada para cumplir con la tradición del remojo caribeño, pero nada digno de ser contado. Sentía más curiosidad que me depara la dulce naturaleza Cubana.
Y lo más destacado, es que de momento, los turistas no van a oeste, o lo hace de puntillas. Pero es perfecto para ver como va cambiando el paisaje. Cierto que el rural Cubano es frondoso, y ofrece un vergel de productos, pero no necesariamente es un campo autosuficiente. La verdad que adentrarse en el rural del país, ofrece una curiosa mezcla entre “zonas degradadas y bucolismo de casitas de madera mezcladas con palmeras, verdes campos e interminables campos de cultivos”. Un estampa multicolor, en un país en donde el desarrollo va todavía muy lento, y sin prisas.
El Parque Nacional del Valle de Viñales es una especie de Suiza tropical. Una belleza natural apacible en donde se mezclan el principal cultivo, que el tabaco, palmeras, casitas de madera, y las formaciones geológicas “mogotes”, que desde el Mirador de los Jazmines se muestras muchas veces escondidos entre neblina. Una especie de valle mágico, en donde se debe visitar la Cueva del Indio o el Museo de la Prehistoria. Una especie de “parque temático plástico”, pintado por el Régimen sobre un acantilado, para dar más motivos a los visitantes a acudir a Viñales.
La región de Pinar del Río, donde se ubica Viñales es una mayor región tabaquera del país. Todavía una fuente de importación importante. Secaderos, plantas productoras de tabaco artesanales, y tras un cuidadoso secado, las hojas de tabaco son manipuladas de forma marginal por generaciones de cubanos, que han convertido “el Habano”, en una delicia epicúrea. Manos secas, y curtidas por el trabajo, combinan el cuidado en el trato de un producto al que reverencian, con el destreza de la fabricación artesana. Pueblos y más pueblos habaneros, que poco han cambiado con el paso de los años.
Tras la experiencia urbana habanera, la jornada de placer en Varadero, y la vuelta las raíces argrícolas y tabaqueras de Cuba, tocaba adentrarse en el centro del país, persiguiendo las glorias coloniales en un tour de un par de días.