CON EL SEABOURN PRIDE A FIORDOS
Los cruceros de Seabourn como los de cualquier naviera de lujo comienzan con estilo. Muchas veces vuelos en Business, envío del equipaje en DHL, y en mi caso los traslados como un señor en un coche de alta gama, a un lujoso hotel de la capital en donde sus pasajeros, hacen un check in sigiloso en el hall, mientras degustamos un exquisito almuerzo en el restaurante del hotel. Otro coche diferente, y el barco esperaba en el atraque más cercano al puerto de cruceros, que precisamente coincide con la Plaza de los Palacios de Amalienborg.
Una larga fila de mayordomos de guante blanco espera a pie de barco para ser llevado a la suite en donde tu camarera personal, te espera con una copa de champagne “del bueno”, por supuesto, canapés de salmón, y te presentan los jabones de lujo que querrás usar: que si Bulgari, que si Hermes..nobleza obliga. En el baño nada mejor que exquisitos productos de Molton Brown, en sobre las encimeras de mármol blando del baño. Camarotes?. Por favor, solo suite exteriores de generosas dimensiones. Madera maciza, minibar (que habían rellenado de acuerdo a mis preferencias) con cristalería de lujo, enorme vestidor, todo tipo de equipos audivisuales de ultima generacion, lencería y toallas de alta calidad, menú de almohadas, y sobre todo un mar de sonrisas a cada momento. El barco no destaca por su decoración. Hasta la podríamos encontrar ciertamente minimalista y espartano.
El Pride es uno de los tres barcos gemelos más antiguos de la compañía de un total se seis. Un pequeño barco de 10.000 toneladas, salido en 1988 del astillero de Schichau Seebeck (Bremenhafen) para servir como ejemplo de cruceros de alto standing. Tres tipos de acomodaciones del centro a proa, para separar ruído de las zonas pùblicas de las de descando, y que ofrecer un compendio de comodidades en solo ocho cubiertas, en donde priman la amplitud, y una racional distribución de los espacios públicos.
El lujo no se ve, se siente. Una breve descripción: en la 3 tenemos el restaurante principal, en la 4 acomodaciones, un pequeño hall y escaleras circulares en donde domina el mármol, en la cubierta 5 da entrada a
Bienvenidos al mundo de la individualización. No esperemos grandes fiestas, programas sociales, charangas en la piscina, o bingos sonando a cada momento. La experiencia va desde lo íntimo, a la libertad de hacer lo que uno quiere en cada momento. No hay ningún tipo de horario, turnos de comida, o compartir mesa con otros pasajeros que no conocemos. El maitre enviará invitaciones cada día, para que un Seabourn Host, o sea anfitrión de la compañía vaya seleccionando a los pasajeros, para que por lo menos una vez cada uno se siente con un miembro de la tripulación.
Las jornadas a bordo del Pride van desde visitas, en excursiones altamente cuidadas y seleccionadas, a largas jornadas en cubierta, en donde descubriremos los detalles especiales. Un masaje en cubierta, toallas refrescantes, un helado de mandarina con champagne francés a media mañana, etc. Las comidas se hacen con toda la parafernalia en el comedor principal, con un ceremonia refinadísima de servicio, o sino en el buffet. Siempre comida muy seleccionada, de chefs de renombre, y que se basa más en la calidad en la cantidad. Mariscos fresquísimos, tartas de chocolate hechas con Godiva, licores y caldos de primeras marcas, por supuesto incluidas, y el tradicional Seabourn Tea en donde rodeado de pastelería muy selecta, podremos seleccionar las mejores marcas. Desde luego, no faltan las noches en donde el caviar es el protagonista.
En Seabourn no tendremos ruidosas fiestas, sino veladas musicales tranquilas, fiestas en donde la etiqueta de vestuario es normalmente muy estricto, o conferencias y seminarios culturales. Sobre todo una tripulación muy preparada para anticiparse a tus necesidades. ¿Que tienes frio?. Antes de que lo digas nada, tendrás a un camarero colocándote una manta de mohair en cubierta, que no te permitan cargar con el plato en el buffet, o que sepan como tomas el café. Servicio que ronda la excelencia. La idea es hacerte sentir, que navegas en un yate privado en donde todo está a tu disposición. No pudimos desplegar la «Marina» o sea portón de popa retráctil, que te permite acceder al mar y practicar todo tipo de deportes acuáticos, porque las aguas escandinavas no son especialmente placenteras. El punto fuerte de la compañía. como todas las compañías de «yates», es en poder entrar en lugares recónditos, como en lo fiordos más profundos, o muchas calas en el Caribe, y además hacer todo de forma pausada, y con estilo.
ESCALAS
Dejamos Copenhague, en un mar en calma, y aprovechando el sol en cubierta. La salida del Seabourn Pride, se realiza usualmente con un selecto «farewell party», (fiesta de despedida, alrededor de las piscina, para que los pasajeros tomemos en contacto, y socialicemos. El capitán saluda individualmente a cada pasajero, al ritmo de música clásica, arias de opera, y otras melodías muy alejadas del «chiringuito», «el chiki, chiki», el Baile del Perrito, o cualquier otra canción más popularzona. La primera noche en el restaurante principal con candelabros, fina porcelana, cristalería fina, y comida exquisita comenzamos a tomar el pulso al selecto crucero.
Copenhague, para mi es como la prolongación de los cuentos de Andersen. Castillos sacados de un cuento, todo colocado en su sitio, y sobre todo placidez. Su casco histórico se encuentra entre dos canales. Hay estampas imprescindibles, como el Tivoli; un parque de atracciones decimonónico plagado de luz, flores y buen ambiente. El centro se articula desde la Plaza del Ayuntamiento, con la afilada torre del consistorio. La calle comercial peatonal más selecta del país: la Storget, con almacenes tradicionales, boutiques selectas, y terrazas en donde la gente aprovecha los escasos rayos de sol. La isla de Christianborg con el Palacio Real, la Bolsa, etc. Pero para mi, mi «lugar» secreto de la capital es Nyhaven, una fila de casitas multicolor, en el puerto, antiguas, en el antiguo puerto de la ciudad, y que es el lugar más animado de la capital. Bares, discotecas, terrazas, y barcos históricos en el corazón marítimo tradicional de Dinamarca. Y por supuesto la dama de hierro. ¿Alguien desconocía que me estaba refiriendo a la famosa Sirenita?. No es que imponga, pero es el símbolo por excelencia de la ciudad.
Los fiordos
Seguimos navegando, antes de llegar a Flaam y Geiranger. Ferries cruzaban a diestra y siniestra, y entramos en contacto con los placeres de la navegación. El Seabourn Pride se deslizaba suavemente, sin notar el temido Mar del Norte, que por otro lado se mostraba calmado. Aunque hace un cierto fresco, los jacuzzi son ideales para comenzar el día. Jornada de lectura, una mirada a los refinados objetos de la boutique, y las primeras conferencias culturales: hoy leyendas escandinavas, como una de las mejores y más interesantes a las que he asistido durante toda mi vida. El almuerzo tras haber tomado un cocktail en el Sky Bar, y durante la tarde, simplemente nada. Visita al puente, y charla con el capitán, visita al chef en el galley, y otro de los placeres de Seabourn: el jacuzzi de proa, que te permite sentir la brisa marina, navegar mirando al horizontes, mientras que un chico Seabourn te trae una copa de champagne con unas fresas, caviar, canapés o cualquier otra delicia. La vida no puede ser mejor. Cocktail del capitán, también individualizado, y tras un Martini perfecto al ritmo del piano, tocaba dormir. Los fiordos nos esperaban.
Abres la ventana y un chute visual de naturaleza desatada te invade. El Seabourn Pride, navegaba tan cerca de paredes laterales, que casi estirando los brazos podías tocar la orillas. Cascadas, pueblos de madera, y enormes montañas salían como dientes del mar. No en vano las leyendas escandinavas dicen que son como trolls que van de fiordo en fiordo, pisando las aguas. Estas cristalinas aguas reflejan el verde natural del entorno. Tengo una ventana con vistas, que me permite estar contemplando el paisaje una y otra vez, sin agotarme.
Tocaban los hermosísimos fiordos de Geiranger, y Flaam famoso no solo por las vistas, sino por su famoso tren que va desde el puerto, hasta lo más alto ofreciendo cautivadores paísajes, cascadas salvajes y sobre todo un aire purísimo. Es como una postal perfecta, como la naturaleza ordenada, y con cada cosa colocada en su lugar. Al día siguiente, tocaban dos fiordos de nombres larguísimos, y que gracias al porte coquetón de nuestra nave están vetados a los barcos más grandes.
Tras adentrarnos en estrechísimas gargantas de acantilados verticales, y en donde las dimensiones son fabulosas, comprendemos el tremendo poder de la naturaleza agazapados en cubiertas con mantas de mohair, y tazas de chocolate caliente, recién traídos por nuestros chicos Seabourn. Allá al fondo, al entrar en una pequeña ensenada descubrimos un pueblo prototípicamente escandinavo, con su casitas multicolores, habitantes pasmados, y una iglesia de madera, con antiguas pinturas en el interior. La tarde es ideal para hacer una barbacoa en cubierta mientras la neblina volvía a esconder las altas cumbres de los fiordos.
Tormetón, Bergen y Stavanger
Conscientemente no meto a Aalesund porque como escala, todo se quedó en aguas de borrajas, cuando una enorme frente se dió de bruces con nuestra nave. Aquella tarde, previa a la llegada a la capital del Art Nouveau Noruego, el capitán se mostraba de lo más inquieto. Tenía que salir a alta mar, ya que los fiordos no servirían de protección natural. Los noruegos, expertos marinos saben lo impredecible que el Mar del Norte. Cuando veíamos que los muebles eran atados, las botellas y loza fijada en los estantes, y se sacaron todo tipo de objetos, sabíamos que tendríamos…MAAAAAAMBO, cosa que a mi me resulta particularmente atractiva. Una especie de navegar luchando contra los elementos, y sintiendo las olas. Una vez que el barco me movía a saltos, y no se podía caminar, todos los pasajeros se refugiaron en sus cabinas. Hice lo propio para contemplar como las olas venían hacia mi camarote, y chocaban contra el casco, y la ventana. Que magnífico espectáculo. El mar hay que amarlo, respetarlo y sobre todo temerlo. El atraque en Aalesund no fue posible a la madrugada con lo la nave procedió directamente a Bergen.
Bergen y Stavanger
Como dice el viejo refrán «unos llevan la fama, otros cardan la lana». La verdad es que la ciudad de Bergen, en donde su estado natural es la lluvia perpétua, se presenta como una de las ciudades más atractivas de Europa. Ciertamente lo es, agazapada en el fondo de un fiordo, pero la desconocida Stavanger no se queda detrás. Bergen, la segunda ciudad de Noruega, es famosa por sus casas multicolores de madera en el puerto viejo. Más allá calles rectilíneas, bajas, ecológicamente sostenible, y un enorme lago en en centro de la ciudad, con decenas de parques, sendas peatonales, y sobre todo placidez. Y también fue el momento para una excursión exclusiva de Seabourn. Un concierto-cocktail privado en la casa de un famoso pianista local.
Pero el mérito indudable de Bergen son las excursiones a sus alrededores, en donde destacan miradores desde lo alto de las montañas. y las hermosísimas vistas de la ciudad, y otros atractivos como las iglesias de madera con el sello vikingo, que ha pervivido a lo largo de los años. Stavanger, la capital del petroleo Noruego, es mucho más inédita, pero conserva los mismo ingredientes que Bergen. Su puerto es mucho más recogido, discreto y tranquilo, y además de los barrios de casitas de madera, que parece sacadas de un cuento, está a lo largo de un lago la catedral más antigua de Noruega.
La navegación hasta Olso, trajo una parada sorpresiva en otro inusual fiordo, famoso por los lagos interiores, sendas de trekking, y estampas también muy rurales. Mucha gente encuentra la ruta ciertamente anodina, con excesiva placidez, con demasiada naturaleza, que por sus dimensiones puede ser agotador para el espíritu. Otros encuentran la ruta excesivamente dulcificada. Puede que sea verdad, pero la combinación de ciudades apacibles, mares, y fiordos resulta una receta muy agradable para pasar unas vacaciones relajantes y tranquilas.
Si lo haces de forma lujosamente discreta en un barco de Seabourn se vuelve en algo exquisito y muy recomendable. Por supuesto que la compañía no es barata, pero ¿que placer lo es?. Es una de esos momentos, en los que cada uno de nosotros buscamos sentirnos especiales. Momentos mágicos y experiencias, que hay que vivirlas aunque sea una vez en la vida, sobre todo cuando somos recibidos con una pancarta por nuestra tripulación a pie de pasarela. Cocina, atención, lujo sin aspavientos, exclusividad y tripulación que ronda la perfección. Navegábamos a Olso, punto de desembarque, y el mar volvía a estar tranquilo, y amoroso, con puestas de sol inolvidables. Apurábamos la gastronomía, la famosa tarta de chocolate Seabourn, los cappuccinos perfectos, y también el lujoso cocktail de despedida. A estas alturas, y a pesar de parecer lo contrario, comenzábamos a darnos cuenta de que el yate no era nuestra, y mañana terminaría todo.
Oslo
Tal vez sea considerada la capital escandinava más tranquila y natural de todas. También en el fondo de un fiordo, por el que entras entre estampas preciosas, se concentra el centro, en torno a su curioso ayuntamiento, algo muy arraigado en los países nórdicos. Una tradición municipalista, que pone en valor ayuntamientos que compiten entre si, en las tres capitales nórdicas. La calle Carl Johan, que va desde el Palacio Real, hasta la estación de tren y la novísima opera más alla, es el epicentro de la apacible vida de Oslo. Hay que visitar el Parque Vigeland, que es un conjunto de estátuas únicas, basadas en el movimiento humano de cuerpos desnudos, del escultor del mismo nombre. La zona de Aker Brygge es el intento local de mezclar arquitectura de vanguardia y revitalización de usos portuarios.
Al otro lado del puerto, el corazón de la monarquía noruega, algo también muy arraigado en la sociedad noruega, que es la fortaleza de Akerhus. La península de los museos de Bygdoy ofrece el museo del Fram (barco de Amundsen), el Vikingo, además del Foclórico Noruego, con representaciones de casas tradicionales, ponen el broche de oro a una escala perfecta. La vuelta no fue especialmente glamurosa, ya que usé Ryanair, compañía sin lujos pero que siempre ofrece dosis de fiabilidad destacables, a pesar de tener que desplazarme hasta el lejano aeropuerto de Oslo-Torp. Tiene la enorme ventaja de ser una pequeña base aérea, en donde embarcas en cinco minutos y sales sin espera. Me gustó mucho la estampa del Mar de Norte, con la capa de nubes rotas tras el despegue, al atardecer. Una vista perfecta para un crucero perfecto.
Desde luego que dan ganas de embarcarse…las fotos acompañan que da gusto, son preciosas. Me gusta el cuadro de detrás del chico del smokin, el del elefante en tonos amarillos y azules…tiene pinta de ser un batik. Estaré atenta a las escalas. Gracias!
Esperamos impaciente, las próximas entregas.
saludos
Espectacular despedida con esa foto de las nubes…es para seguir soñando…jejeje…todo muy first class, me gusta…cuando uno llega a casa debe de echar de menos a los chicos Seabourn :-)y por supuesto, después de saber que existen cosas así, las demás no seducen en absoluto, aunque nos tengamos que conformar. Fascinante naturaleza, nunca indiferente, siempre al mando. Precioso. Además me encantan tus toques de humor…¿El baile del perrito? xD!!!