Comiendo una tarde de sábado en Lucca.
La vida está llena de momentos. Y muchos de ellos se constituyen de segundos simples que combinando varios se hacen perfectos. Lucca es una de las maravillas de la Toscana, que pasan desaparcibidas a los ojos del turista. La cercanía de Florencia y Pisa, la hacen ser más auténtica. Amurallada, con una mezcla arquitectónica prodigiosa, es netamente italiana. Arte, tiendas, comida. Huir del bullicio de Florencia, hace de Lucca la opción perfecta.
Un camarero, nos explicó detalladamente la base del resturante de Andrea Maggi. Repuntaba el término «slow food». Y el local representaba perfectamente lo que la tendencia gastronómica tan actual, está imponiendo. Ingredientes naturales, frescos, cocinados con amor, y degustados sin prisa. O sea, lo que ha caracterizado a la gastronomía Mediterránea. Comida como celebración de la vida. Antipasti, un buen Chianti, y unos de los platos de pasta más excelentes. Ravioli alle Vongole. Densos, aromáticos, con una salsa contundente que recogía todos los sabores de la Toscana, y unas almejas fresquísimas flotando delicadamente sobre una pasta a buen seguro hecha la «nona».
No se cuando volveré, pero no faltará una experiencia similar. Y mi plato de Ravioli.