Comiendo una tarde de sábado en Lucca.
La vida está llena de momentos. Y muchos de ellos se constituyen de segundos simples que combinando varios se hacen perfectos. Lucca es una de las maravillas de la Toscana, que pasan desaparcibidas a los ojos del turista. La cercanía de Florencia y Pisa, la hacen ser más auténtica. Amurallada, con una mezcla arquitectónica prodigiosa, es netamente italiana. Arte, tiendas, comida. Huir del bullicio de Florencia, hace de Lucca la opción perfecta.
Tenía una jornada perezosa. Tras caminar toda la mañana, sorber café en los tradicionales locales, empaparme de arte, y dejarme llevar por las compras, estaba cansado y sentí un delicado olor a albahaca y «fornaio», en Piazza Napoleone. En el número 25, está el Ristorante del Teatro, cuya terraza se fusionaba con la plácida plaza, y comenzaba a estar animada. Escuchaba música,y un grupo de abanderados, vestidos con ropas medievales eran el escenario perfecto. Lucca. Pan, Circo y Fantasía: famosa película clásica. No era exactamente lo mismo que tendría, pero si algo a lo que el «dolce farniente» debe parecerse.
Un camarero, nos explicó detalladamente la base del resturante de Andrea Maggi. Repuntaba el término «slow food». Y el local representaba perfectamente lo que la tendencia gastronómica tan actual, está imponiendo. Ingredientes naturales, frescos, cocinados con amor, y degustados sin prisa. O sea, lo que ha caracterizado a la gastronomía Mediterránea. Comida como celebración de la vida. Antipasti, un buen Chianti, y unos de los platos de pasta más excelentes. Ravioli alle Vongole. Densos, aromáticos, con una salsa contundente que recogía todos los sabores de la Toscana, y unas almejas fresquísimas flotando delicadamente sobre una pasta a buen seguro hecha la «nona».
No se cuando volveré, pero no faltará una experiencia similar. Y mi plato de Ravioli.