CIUDADELA vs MAHÓN
«Era el mejor de tiempos….» Así comienza la novela de Dickens «Historia de dos ciudades», separadas por el Canal de la Mancha. No sé si es «mi mejor momento», pero cuando la primavera florece, y tengo de la oportunidad de huir a la más hermosa isla de las Baleares, no me lo pienso. Siempre se había mostrado huidiza. Tarifas altas, conexiones imposibles; esta vez todo apuntaba a que mi maleta se encamine a Menorca.
Si en la novela del famoso autor inglés hay dos ciudades, también en nuestra isla menorquina. Chiquitas, equilibradas en hermosura, y ocupando el oriente y occidente de la isla. Una capital administrativa, la otra cultural y religiosa. No hay Canal de la Mancha, como en la novela; solo 45 kilómetros de campo verde, y dos hermosísimas bahías. Evite preguntar cual es más hermosa. Como en el caso de dos bellas damas, sería una grosería preguntarlo. Y sobre todo porque fomentaría el mal rollito de «vecinos» mal avenidos, que siempre ha caracterizado la relación de las dos ciudades. Que sería nuestra España sin la sana rivalidad regional, que se extiende como la pólvora por el amplio panorama hispano.
Menos de 30.000 habitantes y dimensiones humanas, la capital de Menorca es una auténtica sorpresa. Encaramada en lo alto de una colina, y al fondo de una hermosísima bahía, siempre fue un estratégico y disputado puerto.
Si llegas en barco, amarás atracar a los pies del casco histórico, encaramado en un alto. Pero probablemente llegarás a su aeropuerto. Puedes optar por el autobús cada media hora, a la estación de los Cavallitos, o como hace la mayoría de la gente por alquilar un coche. Y mira que es algo que pone de los nervios a los menorquines. Su paz se rompe, los guiris saturan sus tranquilas carreteras, y llenan de autos las calas tranquilas, y las calles estrechas de la ciudad.
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Será tal vez, porque han pasado decenas de pueblos, que han dejado su huella en cada esquina de la ciudad. Me habían hablado de las influencias británicas, y aunque su paso fue relativamente corta, sus calles están llenas de palacios georgianos, ventanas de guillotina, puertas verdes, hasta el punto que nos recuerda a veces las Islas del Canal, la costa británica o incluso Gibraltar. Pero hay otras referencias en sus coloristas fachadas, y muchas veces parece que caminamos por Niza, Marsella o cualquier localidad marítima de la Provenza.
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A 45 kilómetros de Mahón, y cruzando una isla verdísima, la línea regular de autobuses cada hora , nos deja en esta ciudad tan similar, pero a la vez tan diferente. Muchas veces se hace una injusta comparación. Y mucha gente se define. Con un número similar de habitantes, no veo ninguna necesidad de elegir.
Me parecen hermosas a la par, y monumentalmente impresionantes. Si Mahón es la ciudad más oriental de España, y en donde primero se pone el sol, Ciudadela es la primera donde se esconde. También en lo alto, su puerto es pintoresco, y mucho más tradicional. Por ella pasaron también pueblos diversos, y notamos otras influencias estéticas. No puedo precisar, pero es más local, con pinzeladas venecianas, y con un cierto regusto maltés, en donde dominan los edificios color toffee. Su página más trágica fue el saqueo turco de Barbarroja en donde casi 4000 habitantes fueron esclavizados.
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En estilo gótico catalán, es una joya de los siglos XIII y XIV. Mira que yo pensaba que solo había soportales en mi Compostela. Detrás de la catedral, vamos de sur a norte del casco histórico, las deliciosas arcadas blancas, de Ses Voltes. Una calle tan estrecha y encantora, que casi podemos dar la mano a la gente que pasea por el otro lado de la calle.
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Tiene un maravilloso mercado del pescado, de estilo art nouveau. Si tenemos tiempo el Museo Diocesano, es un lugar perfecto para completar nuestra estancia en la ciudad.