CANCÚN: El manto verde
No; no es una nueva versión de la película de Tras del Corazón Verde, ni la última de Indiana Jones, pero cuando el A330 de Iberwold iniciaba la aproximación hacia Cancún International, un enorme manto lo invadía todo. Como una alfombra uniforme, que contrastaba con el color esmeralda de las aguas del Caribe. Llegamos a tierra tropical. Calor y más calor.
Decenas de aviones, vomitaban turistas para disfrutar de lo que ofrece el resort más conocido de la Península de Yucatán, que en si engloba tres estados Yucatán, Quintana Roo y Campeche. Admito como animal de compañía el «vacacionar» tumbándose debajo de una «palapa»; sobre todo porque Cancún, aunque inundado de enormes bloques de hormigón, e imberbes americanos atiborrados de alcohol en sus «college parties», tenía su punto.
Un mar limpio, una localización en una península privilegiada, y unas olas espectaculares, que viniendo de la húmeda Galicia, sacan el moho de los huesos, tras largos días de lluvia.
¡Vale¡. Sé lo que estáis pensado. Cancún no es turismo sostenible, el hormigón más grosero invade el arenal, pero ofrece días de descanso, luz, mares y aguas infinitas, y porque no: descanso y placeres playeros. Hoteles espectaculares, y sobre todo «seguridad»; algo no siempre presente en Méjico. Playa time.
Pero sobre todo, es la puerta de entrada del Yucatán. Una de las regiones más excitantes de Méjico que combina perfectamente modernidad, tradición, y ciudades coloniales, y vestigios precolombinos que a la postre era el motivo de mi viaje.
Iguanas entre las ruínas: