BASILEA: Una escapada a Bad Säckingen
Volvamos al tema. Decía mi padre, mucho mejor viajero que yo, que para conocer los entresijos de una ciudad, lo que queda fuera de las zonas turísticas hay usar un bus al azar, y circular hasta el final de la línea. Debe ser como la caja de bombones de Forest Gum. No sabes que ruta te toca hasta que te subes. El mío con dirección estación, pero dando una considerable vuelta.
En las orillas del Rhin, este encantador pueblo alemán, parece sacado de un cuento medieval. El protagonista absoluto es el puente de madera más largo de Europa y que supera al de Lucerna por un metro. Este portento medieval mide 203,7 metros. Mitad en Alemania, mitad en Suiza. Me sigue pareciendo encantador pero algo infantil, cruzar varias veces, en pocos minutos, esta especie de fronteras. Impoluto puedes imaginarte como era cuando era vital para la actividad comercial de las dos orillas.
Me recuerda el puente de Kingsbridge, de los pilares de la tierra. Desde el siglo XIII, es una de las estampas mas hermosas del Europa.
Entre el puente y la estación, cruzas las callejuelas de la preciosa ciudad medieval, dormida en el tiempo. Totalmente conservada, mantiene unas coloridas fachadas, un palacio y una hermosa iglesia catedral barroca. Salía el sol por primera vez, sonaban las campanas, y el día resultaba espléndido para un paseo.
Lo sé, la disculpa era el puente; aunque el motivo real era una porción alemana (salvaje) de Tarta Selva Negra. Enorme, con un finísimo bizcocho de chocolate, siempre borracho de licor de cerezas, con kilos de cerezas, y con toneladas de nata helada. La localidad queda en el sur de la Selva Negra, y no es difícil encontrar un lugar para deleitarse.
Justo al lado de la estación de tren, encontré un pequeño Imbiss (taberna en alemán), en donde tenían una pinta fastuosa.