Una breve visita en RIGA
Llegamos de noche, y nos sumergimos en las «interioridades» de una bodega local, en donde servían simpáticas degustaciones de cerveza local en pequeños vasos. La cena debió de ser poco memorable, porque no recuerdo lo que comimos esa noche. Riga, es nocturna y muy animada. Y al parecer una las ciudades más grandes del Báltico.
Desde nuestro hotel, mirando al inmenso de Parque Bastejkalna por un lado, y el Monumento al Libertad, por su lucha por la independencia del imperio soviético, habíamos visto los tejados y calles iluminados del casco histórico. Es una de las ciudades en las que mi paso fue demasiado fugaz. Muy fugaz. Gracias a mis enfermas rodillas. Hasta el punto de pasar de puntillas. Universidad famosa, grandes avenidas decimonónicas, con patrimonio modernista, y un serpenteante río llamado Daugava, la hacen una antigua, vital y hermosa capital totalmente desconocida.
Mi paseo por ese complejo de calles medievales, que van desde Basteja Bulevaris y el río se concretó en puntos determinados. El símbolo de la ciudad es la hermosa Casa de las Cabezas Negras, que como nadie representa el renacimiento de un nuevo país. Hermosa, como una casita de un cuento, está muy limpio. Tejados de capricho, ornamentos, fachadas preciosistas, no te cansas de contemplarlo. El sol hacía brillar los «oros» de la fachada.
El corazón de la ciudad, llamada Plaza del Ayuntamiento, no todo es tan hermoso como el edificio en cuestión. Se notan cafradas modernas de la época soviética, entre otros hermosos edificios.
No nos importa. Este edificio del siglo XIV fue construído con centro cívico y adornado y ampliado en los siglos posteriores, hasta ser la sede del gremio de comerciantes de las Cabezas Negras en el siglo XVII.
Dos hermosas torres me hacen caminar por encantadoras callejuelas hasta dos templos cuyas torres despuntan a lo lejos. San Pedro, del siglo XIII y de estilo románico, gótico y barroco, en donde destaca la estilizada y espigada torre de tres niveles y tejados verdes, y la Catedral de Santiago. El primer templo católico de Letonia, también del siglo XIII. Mis rodillas dolían, me refugié en un decadente café del casco histórico para ver el devenir de la joven Letonia, acompañado de un ingente trozo de tarta de indefinidos ingredientes.
A lo lejos descubro los a Tres Hermanos. Ocupando los números 17, 19 y 21 de la calle Maza Pils, tres antiguos edificios antiguos, nos recuerdan como era la ciudad en la época medieval. Quizás de los edificios más antiguos de la ciudad, datan del siglo XV y con sus techos escalonados nos recuerdan diversos estilos. Desde el Hansa al estilo Holandés.
Me tomo una Aldaris, la cerveza local con algo liviano mirando a un parque. No podía trotar más, y buscaba algo de descanso. Desde la estación central de Riga, y cada 20 minutos, trenes nos conducen hasta la playa de Jurmala. Bajar en cualquiera de las siguientes estaciones Dubulti, Sloka, Kemeri o Tukums. Es la playa de Riga, y una de las ciudades balnearias más encantadoras de Letonia.
La playa es soberbia, pero me gusta más su ambiente híbrido entre balneario desarrollista soviético de los sesenta-setenta, las elegantes mansiones bien metidas entre grandes parques, y el patrimonio de edificios de madera de principios de siglo. El verano está en su esplendor en el Báltico y los más de 2o kilómetros de playa me invitan a descalzarme un caminar por el agua un rato. Poco a poco caía la tarde, y me que sabe todo a poco. Cierro lo ojos, y prometo volver.