PUERTO RICO: Que hacer en San Juan
Uno de los tesoros más preciados del antiguo imperio colonial español, y que tanto nos costó digerir su pérdida. Adornada hasta la extenuación, el viejo San Juan se nos presenta como una de las joyas monumentales más fastuosas del mundo. Tanto empeño por preservar San Juan, tiene su lógica. Mirando desde el Fuerte de San Felipe (El Morro), un inexpugnable lugar, hacia el mar comprendemos que Puerto Rico era el primer lugar a donde llegaban las naves españolas, y por tanto una llave de todo el Caribe.
Poco importaron los ataques corsarios, los intentos británicos en poner una «pica» en Puerto Rico, una compleja red de murallas, foros, fortificaciones mantuvieron segura San Juan, hasta que los yankees, y aprovechando la debilidad del eclipsado imperio español, entraron «a saco» a finales del siglo XIX. Hay que entrar en la ciudad en crucero.
Es una de las entradas más hermosas del mundo, y atracar en el Pier 1 a 4, justo en la ciudad vieja un privilegio. Hoy, aunque es un estado libre asociado del imperio, mantiene vigente su pasado español; mal que le pese a Washington. Desde la estatua de Colón más grande de America Latina, y en donde no existe la «tontuna» de «español roba oros», hasta el nombre de Ponce, como segunda ciudad del país, y uno de los primeros colonizadores del territorio.
San Juan es una especie de callejeo constante, y deglutir las coloridas fachadas de casonas, palacios e iglesias, en exceso lavadas y preciocistas. Tanto que parece un parque temático ordenado y pulcro. Colores de todo tipo, bungavillas, balcones de madera denota el primor de la construcción de San Juan. Aunque el entorno amurallado es caminable, suele hacer un calor pegajoso, y el transporte público en la ciudad vieja, se realiza en históricos trenecitos, y pequeños buses «vintage» que hacen rutas circulares, con varias paradas (entre ellas el puerto de cruceros, justo enfrente del Pier 4). Lo mejor: Es gratis.
El epicentro está en la Plaza de Armas, y aun nos recuerda a un esplendoroso pueblo de provincias español. Su ayuntamiento, similar al ayuntamiento de Madrid, está rodeado de edificios administrativos como la Intendencia, o la Diputación. Es una plaza amable, en donde los lugareños descansan, ven pasar la vida mientras que los niños juegan con las palomas.
El viejo San Juan es una sucesión de cuadrículas perfectas, en su mayor parte. Calles como Fortaleza, San Francisco, o Tetuan van de norte a sur, y de este a oeste. Podríamos decir que se mantiene intacto. Y eso a pesar del furor desarrollista de los años cuarenta, cuanto los americanos no podían soportar mirar a los vestigios coloniales españoles.
Hubo algunos intentos dinamiteros, para dotar al viejo San Juan de una estructura más «actual», como la sede «art decó» del Banco Popular enfrente del puerto. Edificios «monos», pero no con el empaque de la arquitectura española. Pero la tenacidad de los lugareños, y de antropólogos como Ricardo Alegría. dieron al traste con toda intención de borrar elementos muy locales.
La Catedral de San Sebastián, neoclásica, del SXVI, y que parece un gran merengue, es la segunda más antigua de Sudamérica. Blanca y caribeña, mantiene toda la dignidad de una urbe colonial. San José es uno de los edificios góticos más antiguos del hemisferio sur, y está asociado al convento jesuítico de San Aquino. El tejido urbano está dotado de encantadoras placitas, y museos de primer orden como la Galería Nacional, con una de las colecciones de arte religioso más notable.
Aparte de las fortificaciones (San Gabriel, San Felipe, San Gerónimo y La Fortaleza), me encantaron dos puntos concretos. Los paseos a los pies de las murallas. Construido en el Siglo XIX, La Princesa es una deliciosa sucesión de farolas, estatuas, bancos, y frutales tropicales que contrasta con el azul caribe a un lado. Mi lugar favorito es la puerta marina. Lugar por donde se entraba desde el mar. Se entra a la pintoresca Calle San Juan, la más antigua, y cubierta por árboles centenarios. Solo cerrando los ojos, nos hace imaginar la impresión que tenían los viajeros y mandatarios, al contemplar de los coloridos palacios de ambos lados, cuando entraban en la ciudad tras un largo viaje.
Quizás, además de la monumentalidad, San Juan es vitalidad. Una mezcla rara de latinoamérica y mundo anglosajón. Más alla, la larguísima Playa de Condado. Grandes hoteles, centros comerciales, y un San Juan más playero y mundano.
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Un lugar para comer
Es un secreto bien guardado. A 500 metros del puerto, el Restaurante la Barrachina (el apellido de su propietario de origen valenciano), en la Calle Fortaleza, ofrece consigna gratis a los cruceristas, pero se espera que en su patio tropical, con un ensordecedor sonido de cacatuas, y música te tomes una Piña Colada; como mínimo. Ideal si no has podido irte a la Planta de Bacardí. Ofrece restaurante con carta, cafetería, platos locales.
Una vez en Puerto Rico, hay que probar el Mofongo. Una especie de lecho circular de banana, sobre el que se colocan diversas cosas como vegetales locales, marisco, o carne. Tómese una cerveza local.
Como llegar
Además del puerto, el aeropuerto se encuentra situado a menos de media hora. Hay conexiones estacionales de Air Europa e Iberia a Madrid, y vía cualquier ciudad americana sobre todo Miami. Desde Europa también vuela Norwegian. Lo peor es que no hay transporte público, y lo mejor es que los taxis son fiable (todos ellos), y por unos 25 dólares viajas desde el aeropuerto al viejo San Juan. No hay que regatear, y hay un «dispachador» de taxis, fuera de la terminal las 24 horas del día.
Donde quedarse
Los cruceristas aman el Sheraton Old San Juan, justo enfrente del puerto de cruceros. Perfecto para explorar, y sobre todo para salir o llegar de un crucero. No es especialmente caro (menos de 200 euros la noche como promedio), y ofrece una gran gama de servicios para que nuestra estancia sea perfecta.
YUNQUE: Una Selva Perfecta
No es que sea el Amazonas, pero el Parque Nacional del Yunque, en unas montañas a una hora de la capital es la escapada perfecta para quien quiera huir de monumentalidad y playas. Tras el centro de visitantes, en donde se explica las variedades de plantas que podemos encontrar, entramos en una sucesión de senderos peatonales, para huir y perderse. Prepárese para que llueva. Lo hace con ganas.
Además de su tupida vegetación, nos maravillarán los lagos, corrientes y cascadas que dan al lugar una apariencia muy tropical.