Rio de Janeiro. Cidade Maravilhosa

Si sales de Galicia en invierno y despiertas con un chorro de sol, calor, y trópico y amencer mirando a la extesa playa de Copacabana te entra una especie de chute de optimismo. Tantas veces vista en las películas, es una de esas vistas que no tienen precio. Lentamente el MSC Opera entraba a lo lejos, en medio de una luz espectacular. Un desayuno con glamour en el Sofitel Rio de Janeiro, optando por champagne y frutas tropicales. El día no podría comenzar mejor. 

Desafíando el “peligro”, decidí caminar por Copacabana, empándome de todo lo que me rodeaba. La Avenida Atlántica, a lo largo de la playa de Copacabana, aunque algo venida a menos, representa el alma de Rio como nadie. Es aquí, en donde podemos percibir el verdadero latir de los cariocas, que es un irrefrenable culto al cuerpo. Ver, y ser visto, y pasear de un lado al otro con el mar esmeralda como testigo. Otras zonas de playa más relevantes han venido ganando la partida a Copacabana, como Barra do Tijuca, Sao Corrado, Leme, Ipanema o Leblon. Todo un festival de placeres acuáticos y naturaleza.

Cierto es que los habitantes cariocas son un poco exagerados, con el eslogan de su ciudad, pero a poco que uno mire a su alrededor, caemos en la percepción que Dios se lo ha puesto fácil. Una creación sublime que conmueve al viajero más inmutable a las bellezas del mundo. 

Sede olímpica, vibrante capital de moda de Sudamérica, Río de Janeiro está experimentado un nuevo renacimiento turístico, no solo por la trayectoria meteórica de la economía del país, sino por los esfuerzos en convertir a la urbe, en un destino turístico de primer orden.


La ciudad en verano perpetuo, toma su nombre del mes en el que el barco del navegante Portugués Gaspar de Lemos es empujado, por casualidad, por los elementos dentro de bahía de Guanabara en año nuevo de 1502. El espectáculo visual era tan hermoso, y la bahía tan profunda que se pensaba que era la desembocadura de un río. En 1565 se funda la ciudad con el nombre de Sao Sebastao, y en 1763 adquiere la titulo de “capital de Brasil”, hasta el año 1960, que con fin de acercar la capital a todos los ciudades de este vasto país, se funda Brasilia, pero con la convicción carioca de que la capital universal, y que representa la idiosincrasia de este país, sigue viva en cada esquina de Rio de Janeiro.

Y a pesar de todo, y de la rivalidad con Sao Paulo, es la urbe por excelencia del país. En un entorno insultantemente tropical, hay una pugna perenne entre selva, naturaleza y cemento, que se funden armónicamente en cada esquina. Salvo que la naturaleza no sea contenida, termina invadiendo el terreno que la civilización le ha venido arrebatando. Un panorama de naturaleza, mar, islas, montañas, y “Morros”, o colinas cual grupas de dragones a cuyos pies se desparrama la urbe de forma irregular. Pero sin mezclarse, y con una clara división, y estratificación de la sociedad, y con todas sus partes unidas por decenas de túneles y avenidas. Cuando más alto, menos favorecidos son sus habitantes.


 El centro histórico encierra lugares encantadores como el entorno de la Plaza Floriano en Cinelandia; una especie de Times Square local, con edificios significativos como el Teatro Municipal, o la zona de la calle Largo Carioca, y la Plaza Tiradentes con el antiguo Palacio Imperial. Hay que destacar además, el Convento de San Bento del siglo XVII, que quizás sea la joya histórica más destacada de la antigua Rio de Janeiro. La pugna monumental la mantienen dos catedrales. Al norte del centro comercial, al comienzo de la Av Presidente Vargas, tenemos la opulenta basílica de la Candelaria, a la que muchos habitantes consideran la auténtica catedral.

Más allá, la moderna de Sao Sebastiao, a la que mordazmente llaman algunos la “central nuclear”, no acaba de convencer a los cariocas, a pesar de ser un impresionante edificio de arquitectura moderna, y tener luminosas vidrieras gigantes. Se encuentra escondida de forma anónima, entre el famoso edificio de la Petrobras, y los Arcos de Lapa, cuyo trenecillo (desde la estación de Carioca, detrás del edificio antes mencionado), une el centro con el bohemio barrio de Santa Theresa, en donde se conservan algunos de las casonas del XIX, más hermosas de la ciudad. Aunque de mala fama, ingentes obras de rehabilitación lo han convertido en el barrio más pijo y animado de la ciudad.

Pero Río no es una ciudad de superficie sino que sus facetas mas destacadas son “mar y aire”, y para contemplarla en todo su esplendor, hay dos visitas claves, que son subir a sus ultra famosos miradores para quedar extasiados. O Pao de Azucar, al sur del centro, entre la Bahía de Botafogo, y la famosa Copacabana, lleva ofreciendo las mejores vistas, a través de su funicular desde 1912. Deberemos subir primero hasta el Morro da Urca, y luego cambiar de funicular hasta el Pao de Azucar. ¿La vista?. Sobran palabras. Recomiendo encarecidamente la visita nocturna, sobre todo cuando las tormentas tropicales, comienzan a iluminar el cielo carioca desde el Corcovado. 

Y dominando el punto más alto, el icono mundial del turismo, que es el Cristo Redentor de 38 metros, como guardián absoluto de la urbe, que desde 1931 abre sus brazos al visitante. Solo mirar al infinito, la vista es una desmesura natural. Un panorama tan imponente que solo su visita justifican un viaje. Para subir podemos usar el Bondihno, una especie de trenecito desde Cosme Velho, detrás de la hermosísima laguna urbana de Lagoa de Freitas, hasta la base de la figura. Debemos también mencionar, que no siempre la climatología permite una buena visión, y para ello recomendamos encarecidamente un paseo turístico en helicóptero. Nos ofrecerá vistas que jamás podremos olvidar. Quizás una de las experiencias más emocionantes y sobrecogedoras, que cualquier viajero pueda tener.

Se puede subir en coche, cruzando un entorno tropical tras dejar mansiones coloniales ahora en estado calamitoso, y luego en furgonetas turísticas y ascensores a continuación. Y luego debemos mencionar otra de las facetas de la ciudad de río, que la hacen irresistible y es el coqueteo mar, que da lugar a decenas de calas, hermosas playas, arenales inmensos, y aguas impolutas.. Las atracciones de Río no terminan aquí, sino que pasan por otros puntos de interés como el Estadio de Maracaná, uno de lo más grandes del mundo, y templo de otro de los dioses más venerados del país que es el futbol, el Sambodromo, o tal vez algún museo de interés como el de Carmen Miranda, o el  Nacional. 
Sobre todo, debemos escapar del bullicio urbano, perdiéndonos en el Jardín Botánico, sin duda uno de los más frondosos y hermosos del mundo. Río desde tierra, mar y aire es siempre una elección irresistible que deja huella. Una urbe alegre, melodiosa, cariñosa, con una gente abierta y entrañable. Pero sobre todo una portentosa y salvaje explosión de belleza, como si la naturaleza hubiese encontrado la formula perfecta para impresionar y dejarnos sin aliento. Es sin duda, una ciudad irresistible, y maravillosa.



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