Durham
De Liverpool y Newcastle seguimos camino hacia el norte. No podemos dejar de parar en Durham, otra de las cunas de la historia del país. Es mucho más rural y pequeña que York, pero tremendamente tradicional. Su catedral es una de las más sugerentes, y hermosa del país. Cuando nos acercamos desde lo lejos, la presencia domina todo el paisaje. Es sencillamente imponente. Entrando en la ciudad, es un despliegue de preciosismo casi insoportable.
Un poco de historia de esta joya medieval. Fundada por monjes en 995, fue convirtiéndose poco a poco en uno de los obispados más poderosos del país, teniendo potestad para legislar hasta finales del siglo XIX. En el siglo XI los Normandos construyeron un castillo en el meandro en donde la vieja Durham se asienta. Es una zona salvaje y levantisca, y pronto el lugar es perfecto como estratégico punto de defensivo.
Vamos cruzando por uno de 3 puentes centenarios, y perdiéndonos en sus callejuelas medievales empedradas. Luces de gas, tiendas tradicionales, todavía más pristina que York. Patrimonio de la humanidad es una de las ciudades más agradable que he visto. Paseos por el río, paseos arbolados, barrios encantadores, y tiendas maravillosas con establecimientos perfectos. La Universidad es una de los baluartes de la coquetona localidad.
Mi visita fue muy breve, camino a Newcastle. Pero la imponente catedral normanda, es un punto obligado en lo alto de la colina. Está dentro del «top 10» de catedrales del país, y me gustó especialmente las columnas diferentes y el techo, aparte del coro ce madera. El castillo tienen vistas espectaculares a la ciudad medieval, y aparte de otros monumentos del casco histórico no hay «English Tea» más tradicionalmente empalagoso y pomposo que el salón de té de la mansión Crook Hall. Salones jacobinos, muebles, y una aire melancólico en sus estancias. El jardín es todo un vergel en primavera, aunque en invierno presenta un aspecto bastante inhóspito.