Mdina: La ciudad del silencio.
Muchas veces, La Valetta se nos queda muy grande. Nos agota, y necesitamos un lugar mucho más tranquilo. A pesar de sus potente imagen, como refugio de los templarios, del devenir de decenas de años de trasiego de pueblos que han dejado su huella en la capital, La Valetta no siempre fue el corazón de la isla.
Nos enamora cuando entramos en barco al amanecer, con el sol iluminando el patrimonio pétreo de la ciudad, con una deliciosa luz color azafrán. Si eres de los que conoces todos y cada uno de los secretos de capital Maltesa, te recomiendo el bus 81 (entre otros), y huir para la Mdina. El lo más alto de la isla, en el interior de la isla la antigua capital de Mdina, con una imponente presencia, es el corazón de la civilización maltesa. Solo un par de horas es suficiente para respirar dosis de estética y placidez insuperables.
Fundada por los fenicios, dominaba todo el territorio maltés. Se amuralló, se construyó una ciudad hermosísima de palacios como el Vilhena, o Falson, y hasta se levantó la catedral de San Pablo, en honor al santo cuando pasó por la isla. Romanos, que construyeron una villa en la vecina Rabat, árabes, y normandos que construyeron las imponentes murallas de Mdina, hacen de este pequeño «cofre» de arte una ciudad en silencio.
Ha perdido su capitalidad, pero sigue siendo enormemente orgullosa, y sobre todo hermosa. Puertas, callejuelas, iglesias como Santa Ágata o San Nicolás, son el escenario perfecto para callejear sin el agobio de las multitudes. Tanto que solo podemos escuchar nuestros pasos, sobre los empedrados. No es una visita muy intensa, pero el Salón De Té Fontanella, y sus provocadores dulces son el broche perfecto.