RUNNING ON WAVES: EL Egeo recóndito

Otro día en el Running on Waves; aparto la cortina y veo el Mar Egeo. Hay mares y mares, y luego está el Egeo. Y son palabras mayores; llevar años ostentando el privilegio de ser la cuna de la civilización occidental es una carga muy grande. Y no obstante, a pesar de las tormentas, es un mar que baila siempre alegre y optimista.

Faltaba un par de horas para llegar a la primera isla de nuestro crucero, por lo más recóndito del Egeo en donde hay literalmente cientos de islas alejadas de turismo de masas, cruceros «tocho», y saturación, y miro al mar. Parece un mar cualquiera pero en ningún lado, han pasado tantas cosas. Me imagino a Jason y los Argonautas, Ulyses y las sirenas. Pienso en los cientos de batallas que habrían ocurrido en ese lugar. Me parece ver a Poseidon saliendo del mar. Hoy sí han desplegado las velas, hay viento. Navegamos de verdad, cual nave Espartana. El Dios Eolos, empuja el velero hacia la costa.

La primera isla aparece en el fondo.

SIROS

¿Un puerto del Egeo sin barcos de crucero?. Cielos, aun hay esperanza. Veo que todos navegan  a toda prisa para saturar, a la pobre Mykonos, que se encuentra justo enfrente. La ciudad se presenta, a los pies de dos enormes montes, como los senos de una diosa griega, que están coronados por dos sendas iglesias. Me ato los cordones y salgo. Solo unos pescadores descargan pescado en el puerto. Después de cruzar su inmensa plaza central, decidí ascender. Era domingo. Solo podía escuchar mis pasos cuando me encaramaba por los callejones laberíticos de la «ciudad alta».

Olor a musaca, gatos, musica griega, y elementos ajados por el sol, que formaban parte del tipismo provinciano heleno. Bicicletas vintage, que su fusionaban con las paredes encaladas, cestos secos, higueras «derramadas» sobre las calles. Después de la subida, deleitarme con una de las vistas más hermosas del Egeo; la iglesia de Agios Nikolaos. Una limonada local, puso el broche perfecto a mi visita.

Siros antigua isla de la Republica de Venecia, es de religión católica y la cuna de la música rebética; además es la isla de Hermes. Mantiene objetos de la edad de bronce, algunas de las playas más hermosas, como la de Asteria, Lotos, o Paralia Agathopes. No se puede dejar de visitar el pueblo de Ano Syros, o Vari.

SYMI

Es particularmente peculiar. Mientras, que nuestra «friendly crew», llevaba en bote a una playa privada a algunos pasajeros, yo prefiero poner un pie en tierra. Necesitaba una cerveza Mythos, con Dolmades. El mar estaba picado, y la zodiac que nos llevaba a tierra golpea la cresta de la olas, dándonos refrescantes baños del Egeo. Noto el sabor de la salitre en mis labios. Entrar en Symi ofrece algunas de las vistas más pintorescas del Egeo. Casas multicolores cual cajas de caramelos en una dulcería, nos hace pensar que estamos en otro lugar del planeta.

También un lugar de equilibrios inestables, subidas empinadas, una mezcla deliciosamente esquizofrénica de arquitectura, que pugnan por resaltar una sobre la otra. Tanto, que no logro comprender la identidad de la isla. En principio, no es algo particularmente negativo. Bizantina, otomana, es idílica en cualquier esquina. No solo el casco histórico, en donde sus habitantes pugna por usar el color más llamativo que el vecino. Otros puntos serían el Monasterio de Panormitis, el Castillo de los Caballeros, o la Playa de Navou.

PATMOS

Mucho más conocida que las dos anteriores, hunde sus raíces en la vida de San Juán el Teólogo. Además del imponente monasterio-fortaleza, la Cueva Sagrada, es donde el Apostol Juan recibió las revelaciones del libro sagrado. El monasterio con sus apullantes frescos es uno de los edificios religiosos más hermosos del país. Se encarama en lo alto, como un soberbio centinela. Aunque tengo la mañana deportiva, caminar los 5 kilómetros montaña arriba en una canícula insoportable es algo demasiado osado. Tomo el bus hasta la ciudadela. Suele haber barcos de cruceros, salvo hoy. Las callejuelas que rodean el monasterio son insultantemente perfectas. Demasiado. Paredes sin máculas, puertas azules sin manchas. Flores, suelos brillantes, y todo perfecto. Compro un pan local, y las semillas de sésamo se meten en mis dientes. Sabe a Grecia.

Lo bueno de Google Maps, es poder descubrir lugares recónditos. En mi caso me meto por un camino de tojos, a través de un patio con un perro enardecido, y un acantilado, donde descubro una cala perfecta, por donde asoman flores silvestres. No tengo bañador. Que diablos. De eso va viajar, dejarme llevar. Minutos más tarde floto en el Egeo sin nadie a mi alrededor. El sol me seca, y regreso feliz al barco.

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