PARQUE DE CELESTUN

 
No soy Frank de la Selva, y los bichos de zonas tan «sospechosas», me ponen un poco nervioso. Incluso si es una inocente rama. No todo en Yucatán van a ser ruínas, y ciudades coloniales. Lo mejor de este viaje, es la capacidad de combinar varias facetas. El Parque de Celestun, parece sacada de cualquier película de Cocodrilo Dundee.

 

A 95 kilómetros de Mérida, este parque nacional, reserva de la Biosfera, fue un lugar muy respetado por los Mayas. Su traducción literal es Mar de Espanto, quizás porque imaginaban un mar de alimañas y bichos varios.

 

 Y realmente es tan inmenso, que produce una cierta inquietud, a pesar de darnos vistas hermosísimas. Aunque gran parte de los compañeros de viaje se remojaron en una «poza», en el interior del manglar, no me inspiraba confianza. Poco a poco me fui metiendo….me costó, pero ¡que diablos¡. Hasta tenía un cierto puntito, recibir un mordisco de alguna piraña, y volver a casa fardando de la cicatriz.

 

 



Tras caminar por una densa vegetación, lo más hermoso es tomar una de las barcas y perderse en sus aguas verdosas, meterse en pasadizos de vegetación, y escuchar los sonidos de «la selva».

Pronto, te reconcilias con el lugar, cuando escuchas el aleteo de los Flamencos.

Cientos de ellos, en medio de los manglares. La barca se acerca tanto, que casi tocas sus alas cuando echan a volar.  Es un lugar especial, y no por su extensión de 600 km2, sino por la combinación especial de agua dulce y salada, que hacen de la zona un refugio de miles de ellos.

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