8 cosas que te gustará hacer en el Río Mekong (con CroisiEurope)
Of course mejor con CroisiEurope…y no de otra forma cualquiera. Solo la pequeña nave fluvial Indochine II podrá hacerlo en condiciones. Su tamaño, maniobrabilidad, y sobre todo una planificación perfecta de las escalas, ofrece a sus solo 60 pasajeros una experiencia exclusiva, inmersiva y única.
El río Mekong es el alma de Indochina. Un río mítico que nace en el evocador Himalaya, y riega las orillas de varios países. Es espiritual pura, una deida en si mismo, y el sustento de comunidades enteras; en sus orillas se concentran monumentos, y paisajes de insufrible belleza, y para bien o mal, es el protagonista absoluto de la literatura de amor, aventuras y viajes. Aunque también unas orillas que se tiñeron de litros de sangre. No solo lo vemos en las Películas de Vietnam como uno de los escenarios más infernales del conflicto americano vietnamita, sino grandes imperios midieron sus fuerzas para controlarlo.
Y a pesar de todo, el parduzco Mekong, con sus verdes orillas, y tranquilo fluir de sus aguas todavía inspira a viajeros que buscan un entorno exótico, y conocer de primera mano como viven los pueblos que habitan en sus orillas.
Hay ocho experiencias únicas, que no te gustará hacer si te embarca con CroisiEurope desde el Lago Tonle Sap en Siem Reap (Camboya), cuna de Angkor Wat, hasta Saigón (Vietnam) o viceversa.
1.- El Mekong literario
Indochina inspiró a poetas y escritores durante años. Sobre todo a viajeros franceses, que lo encontraban como el «sumum» del exotismo. Si ahora se mantiene impoluto, no quiero imaginarme antaño. Relatos, guías de viajes, libros y películas como el famoso El Amante de Margarita Dures. Una historia de amor voluptuosa entre una adolescente colona francesa, y un joven millonario chino. Una especie de deliciosa historia amor «5 sombras de Gray» real de principios de siglos. Pudimos visitar la casa del millonario chino, para comprender como era un Mekong mágico y fascinante.
2.- Los mercados
No conocerás un país, si no conoces sus mercados. Aunque mucha gente siente desagrado por la presencia de olores nuevos, no siempre agradables es una sensación interesante. Frutas extrañas, verduras inéditas, todo tipo de objetos cotidianos de la vida ribereña. No hay regateo, no hay molestia. Carne de..»todo»; o sea «lo que corre, repta o vuela a la cazuela«. No he visto ni perros, ni serpientes para añadir a la cazuela pero sí insectos, ratas, y otro tipo de viandas difíciles de calificar. Sobre todo mercados nada turísticos, de los pueblos «tampoco turísticos» del Mekong.
3.- La gente del Mekong
Gente amable, sencilla y educada. Los camboyanos tienen una mirada triste, por años de sufrimiento tras el terror de Pol Pot. Sin embargo, la sonrisa sale siempre de forma espontánea. Incluso en las aldeas más remotas, no huyen de la cámara. En Vietnam, hay más pudor con la sonrisa aunque también son especialmente hospitalarios. Gente nada recelosa, sin adulterar y sobre todo para los que el turista no es un potencial «objetivo», sino alguien por el que sienten una enorme curiosidad, y quieren mostrar lo mejor de ellos. Se traduciría como «una historia de gente tranquila».
4.- La actividad comercial
La vida a bordo de cualquier barco de CroisiEurope mola. Aunque lo más interesante de este crucero, es la inmersión en la vida local. El Mekong es el granero de países enteros. No solo infinitos campos de arroz, o pesca mueven la actividad del Mekong, sino pequeñas actividades locales. Cerámica, elaboración de productos de arroz, hasta pequeñas industrias alimenticias, de tejidos, caramelo de cacahuete, hasta fabricantes de ladrillos. No conoces un pueblo mientras, no pruebes su comida, y sepas como se ganan la vida.
5.- Visitando un recóndito pueblo
Penetramos en un canal, y vimos que el barco atracaba al lado de una Pagoda. Los lugareños acudían a ver el barco con fascinación. No solían tener visitantes. Caminamos por sus orillas. Era la Camboya más profunda. La experencia fue completa con el paseo en un carro de bueyes local, para visitar una de las págodas de la localidad, al tiempo que los niños salían con una inmensa curiosidad por nuestra presencia. ¡¡¡Que glorioso¡¡¡. Aun es posible un destino, en donde no ves a otros turistas, ni a docenas de kilómetros a la redonda.
Embárcate antes de esto cambie.
6.- Los pueblos flotantes
Si el Mekong es quién da la vida a miles de personas, algunas de ellas no dudan en vivir a su «vera» y a su costa. Cientos de casas flotantes, comunidades enteras, en muchas ocasiones autosuficientes, que dependen del río, y viven sobre él en eterna armonía. Duermen mecidos por sus aguas, y hasta organizan sus actividades en sus estructuras a flota. Visitamos algunos de ellos, en embarcaciones locales, mientras nuestra nave permanecía anclada en el centro del río.
Otras veces, vivimos experiencias aun más auténticas dando un paseo en unos sampáns locales.
7.- Los grandes monumentos
Desde Angkor Wat, pasando por los pequeños templos de las orillas, hasta el grandioso Palacio Real de Phnom Penh. La pujante capital de Camboya. Este pequeño pueblo hace pocos años, se ha convertido hoy en una pujante capital, de un país que crece aun con muchas vacilaciones, e intentando lamerse las heridas de una de las guerras civiles más cuentas del siglo XX.
Desde 2004, Camboya miró para el antiguo reino Jémer, y es uno de los pocos países del mundo en recuperar a su familia real. En un país de cuento, hay que tener un rey, en este caso Norodom Sihamoní, vive en un fantástico palacio de arquitectura Jémer. Dorado, e imponente. Tanta pompa, que nos recuerda al Palacio Real de Thailandia, pueblo que quién, los camboyanos comparten su esencia.
8.- Unas orillas sin adulterar
Pero la magia del crucero se resume en el bálsamo visual de sus orillas. No hay grandes edificios, sino vegetación semi tropical, casitas en sus orillas, y un cielo plomizo, que descarga grandes tormentas, para dejar amaneceres sublimes. De estos que lloras como un niño. Todo es silencio, hasta el punto de escuchar el paso de cualquier bote a remo, que se acerca con curiosidad a ver nuestro barco. Días y días de naturaleza intemporal única. Estamos realmente en 2019?.
Los lugareños nos miraban extrañados. Al lado del pueblo, nuestra nave nos esperaba. Embarcamos, nos reciben con toallas frías y un zumo, y en medio de sonrisas no conducen a nuestras cabinas. Por momentos nos sentíamos con exploradores de otra época. Ningún otro navega por una ruta tan recóndita como el pequeño Indochine II. Uno de los secretos mejor guardados.